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viernes, 24 de octubre de 2008

Almas de destrucción masiva / 2

Después de que el coñazo de Rajoy dijera que era un coñazo ir al Desfile de las Fuerzas Armadas, salió en su defensa el vicesecretario de comunicación del PP, un señor de cuidado llamado Esteban González Pons. En el programa A vivir, que son dos días le hicieron una entrevista cuyo contenido puedes escuchar aquí.



El cometido de este señor consiste en cualquier cosa menos en admitir un fallo de su jefe o en llevar a cabo la noble y sana tarea de pedir disculpas a quien se haya podido sentir ofendido con la actitud del presidente de su partido y jefe del principal partido de la oposición.

Así, la primera maniobra que efectúa este señor para explicar lo que dijo Rajoy es integrar en la discusión, antes de que le pregunten por él, al presidente del Gobierno, que no pintaba nada en este asunto, con la hipótesis de lo que les pase a ambos no es intrascendente. Extendiendo la mancha, parece que todo es grasa.

Pero, a continuación, suelta lo de peor gusto de toda su intervención. Resulta que cuando Rajoy dijo que era un coñazo lo del desfile “no hablaba de las fuerzas armadas, ni del desfile, ni de los símbolos nacionales”, sino de su familia, de que ante la posibilidad de quedarse en la cama o con su familia, no le apetecía ir al desfile. Y esto, según lo que dice el señor Pons, es lo que parece que piensa un posible presidente del Gobierno de España. Si este es el modelo de actuación en la vida que defienden estos señores, arreglados estamos. El deber creen que es un coñazo, pero se debe decir en público lo contrario. El modelo, evidentemente, es el del cinismo profundo y está expuesto públicamente sin contar con que hay personas sin la necesaria formación crítica que pueden copiar el mecanismo. El comportamiento público del señor Rajoy y la forma de justificar lo injustificable del señor Pons no son más que maniobras para fabricar cínicos. Y así andamos en el país, con la ética por los suelos.

Estos tipos es que parece que no aprenden. No ven otra cosa más que su propio interés y, como les vale todo, encuentran normal pensar una cosa y decir o hacer otra. Sólo ha pasado un año y parece que ya están empezando a fabricar otra derrota. Y, mientras tanto, creando escuela.