Hoy es el día de la palabra y, seguramente, convendría pararse a pensar que las palabras necesitan circular por el mundo limpias de odios, de envidias, de maldades, de manipulaciones, de mentiras, de falsedades y de todas esas excrecencias deshumanizantes con las que tantas veces aparecen.
Habría que pensar también -y habría que hacerlo despacito- en el valor indispensable que la palabra limpia tiene en el diálogo, en la comunicación, en la relación entre los seres humanos.
Deberíamos darnos cuenta otra vez de que la palabra también nos humaniza, porque sin palabra no hay pensamiento, sin pensamiento no hay cultura y sin cultura no hay un mundo humano.
Posiblemente habría que celebrar el día de la palabra guardando un poco de silencio para poder pensar en estas y en otras cosas.
Pero a mí hoy lo que me llena el alma es el abrazo.
En cierto modo el abrazo es la palabra del cariño y el cariño es la palabra de la vida humana.
El abrazo es la más potente expresión de la buena voluntad, del acercamiento, de la disponibilidad, del acogimiento, de la generosidad y del deseo de un futuro bueno.
El abrazo es el invento más poderoso que ha generado la humanidad, siempre que no esté teñido por los lamentables vicios que circulan hoy por el mundo.
El abrazo llena el presente y nos impulsa a un futuro amable, deseable.
El abrazo une dos cuerpos, dos vidas, bajo el impulso de dos mentes que quieren abrazarse.
No se vive mejor que en el interior de un abrazo, en ese espacio de intimidad compartida, en donde más que con palabras, se suele hablar con sonrisas, con besos o con lágrimas.
Es posible que en algún momento nos arrepintamos de no abrazarnos más, de no habernos abrazado más.
Cuando me imagino un mundo lleno de abrazos, mi mente sonríe.
Te abrazo.