Ahora se tarda menos tiempo en decir las cosas como son o como se sienten. A mí, por ejemplo, me ha costado muchos años decir que quiero a quien quiero. Hoy un alumno o una alumna te puede decir que te quiere con una facilidad espantosa. Pero esta facilidad también la tienen para intentar camelarte, para hacerte la pelota, para engañarte y para denunciarte ante la inspección porque, a pesar de haber respondido sólo a una de las cuatro preguntas del examen, de haber cometido 41 faltas de ortografía en lo que ha escrito, de haberse expresado de manera casi ininteligible y de haber suspendido con un 1, cree que debía haber aprobado. Hoy todo es mucho más sencillo, menos actuar como un ser humano, que eso siempre es muy complicado.