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viernes, 10 de octubre de 2008

Paseando por la vida / 6



Hay una alameda en Alicante en donde se ven unos espléndidos ejemplares de ficus, como el de la fotografía. El tronco, o las raíces quizás, me parece que tienen una enorme capacidad expresiva. ¿Quién no se emociona o, al menos, no se ve interpelado al contemplar este barroquismo vegetal? ¿No parece que el árbol quiere agarrarse a la tierra por todos los medios posibles? ¿No es lo que hacemos tantas veces? Agarrados a la tierra.
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jueves, 24 de julio de 2008

Alicante. OTROS PLACERES

¿Qué ofrece Alicante que no encuentres en otros sitios? Pues, en principio, que la ciudad es animada, cómoda de transitar, con gente que viene y va, y eso ya es algo que no se da en todas partes. Pero parece también una ciudad muy neoliberal, en donde hay veces en las que vale todo y en donde hay que andar con siete ojos para que no te den gato por liebre. Baste como ejemplo el hecho de que en una semana escasa de estancia tuve que mandar revisar tres facturas, en el campo de la hostelería, porque me querían cobrar de más. En una de las ocasiones incluso intentaron no hacerme caso. Es una pena que una ciudad tan agradable se autodegrade de esta manera.

En Alicante hay mucha gente que hace la vida en la calle: come en la calle, pasea, va a la playa, se sienta en las innumerables terrazas. Mi amiga Mamen me ha dicho en varias ocasiones que, a partir de los cuarenta, el estómago empieza a funcionar con algunos problemas. Yo, que llevo ya bastantes años justamente en esa edad, lo he comprobado en varias ocasiones. Por eso me veo obligado a mirar para otro lado siempre que observo en las terrazas a individuos comiéndose, a cualquier hora del día o de la noche, una paella aceitosa que promete no dejarse digerir en al menos cuarenta y ocho horas. La calle Mayor y el Puerto están llenos de semejantes valientes.

En asuntos del comer, Alicante tiene algunos templos de visita obligada para llevar a cabo en ellos rezos prolongados. Para mi gusto, la catedral es el Nou Manolín, junto con su ermita delegada, el Piripi. Son capaces de hacer allí buenos arroces, como el de conejo con caracoles, buenos guisos, buenos pescados y buenos mariscos, aunque la limosna que hay que dar por estos últimos bichos te deja temblando el bolsillo y la existencia. Las gambas que tienen allí son sobrenaturales y las cigalas hasta parecen guapas. Mención aparte merece el jamón, no sólo porque es de la primera marca nacional en jamones –Joselito, de Guijuelo-, sino porque te lo ponen acompañados de unas rebanaditas finas de pan tostado, con aceite y tomate, que es lo que le hace falta al jamón para ir con traje de gala por la vida. Como hayas caído en la tentación de tomar las gambas, a la hora de pagar tendrás que decir necesariamente “¡joder!” cuando veas la cuenta. Si ha podido más en ti, por ejemplo, la excusa de que hay que cuidar el ácido úrico y no has pedido las gambitas (algunas no caben en la palma de una mano), entonces no te parecerá demasiado caro, sobre todo si lo comparas con las limosnas que te piden en otros templos por rezos mucho menos interesantes. La barra del local es también impresionante, pero no más barata y, además, las barras están para lo que están, no para comer allí cualquier cosa que necesite trabajos más arduos que el de llevarse fácilmente algo pequeño a la boca. Pero de eso hablaremos otro día.

Otro templo interesante es el Senzone, el bar y restaurante del Hotel Hospes Amerigo. Desde mi punto de vista es la barra de bar más cómoda que he visto nunca. Todo el lugar es de diseño, pero la barra tiene los taburetes a la altura adecuada para que, estando sentados en ellos, se puedan poner los pies en un escalón que tienen bajo la barra, con lo que quedas en un estado tal que se te quitan los deseos de salir de allí. El bar funciona como bar de tapas, de vinos por copas e, incluso, de menú del día. No te regalan nada, pero tampoco es una exageración de caro. Es uno de los sitios, sin embargo, en donde tienes que acordarte bien de los precios que aparecen en la carta y llevarte una buena lupa para comprobar que son los mismos que aparecen en la factura. Resulta, además, incomprensible cómo un sitio de estas características tiene una música tan horrible, más propia de quinceañeros sordos que de los clientes que encuentras por allí.

El Senzone funciona también como hotel (muy caro) y tiene unas instalaciones espléndidas. En verano, los jueves, viernes y sábados usan la azotea del 4º piso como restaurante para cenas. Un bufé libre de ensaladas y gazpachos, un plato de pescado o carne más un postre cuestan 30 €, sin vino. Desde Madrid, no parece muy caro. Desde Alicante, es posible que sí, no lo sé. Tiene esta azotea unas vistas muy bonitas de la ciudad, proyectan vídeos sobre la pared de un edificio vecino y puedes tomarte luego una copa en una zona chillout. Es considerada como una de las terrazas más in, o chic o cool de España. (Observa, lector, cómo los calificativos ayudan a definir al sustantivo. En este caso no se podría decir, por ejemplo, que la terraza es guay, ni mucho menos que es cojonuda. Tampoco es pija. Es justamente lo que he dicho).

No hablaré de los sitios que no merecen mucho la pena, que son casi igual de caros que los anteriores, pero que te dan un servicio muy malo. Sólo citaré un bar de copas que es el mejor de los que conozco en Alicante y que suele estar más bien vacío. Es el NiC, en la calle Castaños, junto al Nou Manolín. Pueden prepararte allí 7 versiones del Gin Tonic y una de ellas ha ganado ya tres premios de coctelería, tanto en España como en Francia. Una simple caña de cerveza puede ser mejor tirada, mejor acompañada y más barata aquí que en cualquiera de los bares que suelen estar rebosando de gente. Y te la puedes tomar cómodamente sentado, con aire fresco y leyendo el periódico.

Y hay mucho más en Alicante, lo que ocurre es que ni el tiempo ni el bolsillo han dado para más. Y, además, ya he dicho lo que mi amiga Mamen me había advertido sobre el funcionamiento del estómago, así que no era cuestión de tentar la fortuna. Otro año se verá más.
Manuel Casal

martes, 22 de julio de 2008

Alicante. LOS PLACERES DE LA MENTE

He vuelto de Alicante. Fui con Yolanda a la tercera edición de los Cursos de verano que, en la Universidad Rafael Altamira, organizan los profesores y amigos Luis F. Bernabé y Eva Lapiedra, del Área de Estudios Árabes e Islámicos de la Universidad de Alicante. Esta Universidad tiene uno de los campus más bonitos y mejor planificados de Europa. Posee una extensión de un millón de metros cuadrados y un diseño de edificios y de paisajes que hacen extremadamente agradable encontrarse allí y contemplar su belleza.


Este año el curso versaba sobre “El Islam y occidente: encuentros, desencuentros e identidades” y ha resultado tan interesante como los de los años anteriores, en los que los temas fueron “Belleza, lujo y placer en el Islam” y “La mujer y el Islam: una visión plural”. Creo que la sola cita de los títulos de estos cursos puede hacer que el lector se forme una idea del atractivo de los mismos.

No necesito convencerme de que algo a lo que pueda denominarse la realidad no existe. Lo interesante es observar cómo cada uno se forma su propia realidad, porque lo que hay lo ve y lo interpreta desde su propia subjetividad. Algunos incluso no ven nada. Y otros tienen una subjetividad tan interesada, que su realidad resulta unas veces previsible, otras, parcial, y en algunas ocasiones hasta ridícula. Lo digo porque hoy el Islam se vive de múltiples maneras y se interpreta como a cada cual le parece, a veces en clave de peligro, o de amenaza, o de cerrazón de mente, o de pobreza, o de invasión, o incluso de terrorismo. Luis y Eva llevan tiempo intentando mostrar la cara del Islam que no aparece en los medios de comunicación, ni en los peculiares imaginarios populares, ni en los prejuicios con los que tantas veces nos formamos los tópicos tantos ciudadanos. Y, a juzgar por la afluencia de alumnos que acuden todos los años a estas citas, deben ser considerados ambos como artífices de un acercamiento cultural y humano y como afortunados promotores de un conocimiento del otro, en este caso, del Islam, que se hace tan necesario para que pueda haber en la sociedad un diálogo creativo y eficaz y una convivencia en paz.

No hemos faltado a ninguna de las citas hasta ahora. Y el espíritu de estos cursos lo noto luego en mi relación con los alumnos árabes y musulmanes que tengo. Constituyen éstos un mundo difícil de tratar, no porque sean árabes ni musulmanes, sino seguramente por las condiciones sociales, económicas y culturales en las que viven. ¡Cómo me gustaría poder y saber transmitir la expresión que aparece en los ojos de un alumno marroquí, por ejemplo, cuando le haces ver que conoces algo de su cultura y, sobre todo, que la valoras, que la respetas y que la separas del tópico xenófobo, racista e ignorante que tanto abunda en la sociedad! Cuando esto ocurre, siempre me acuerdo de Luis y de Eva, de su enorme trabajo de organización de estos cursos, de su cansancio disimulado en el mes de julio y de que puede que ellos no sospechen las positivas consecuencias de lo que hacen.



El curso contó con una amplia representación de profesores que protagonizaron intervenciones y dieron pie a debates interesantísimos. Por ejemplo, la profesora Montserrat Abumalham, de la UCM, habló de los distintos Islames que podemos encontrar en Europa. El propio Luis F. Bernabé hizo un espléndido recorrido histórico por las distintas visiones deformadas entre el Islam y el Cristianismo en la historia. El paso del saber del Islam a Occidente fue tratado por el profesor Víctor Pallejá, de la UA. Eva Lapiedra aplicó su enorme capacidad de análisis a los diversos tipos de contactos habidos entre musulmanes y cristianos, tanto los pacíficos como los realizados en clave de guerras. El profesor Hany Muhammad El-Eryan El-Bassal, de la UA, deleitó a los asistentes con el análisis de dos libros de viajeros musulmanes, uno realizado a Al-Andalus y el otro a París. El historiador Juan Antonio Barrio, de la UA, presentó una experiencia que resultaría interesantísima: la visión de dos películas que mostraban ambas la historia de Saladino, pero una realizada en Occidente y la otra, en Egipto. Pocas veces se está en situación de comparar ambos puntos de vista desde el ámbito cinematográfico. La intervención de Luis Delgado, músico y musicólogo, fue, como siempre, una muestra de que lo bueno se muestra en esta vida siempre acompañado de lo efímero. La gozada intelectual que supone escuchar lo que este hombre dice y las muestras musicales que ofrece posiblemente sea sólo comparable con la experiencia de escuchar a un poeta recitando bien unos buenos versos. Uno de los puntos fuertes del curso fue la intervención del catedrático de la Universidad de El Cairo, Consejero cultural de la Embajada y Director del Instituto Egipcio de Estudios Islámicos, Abd Al-Fattah Awad. Su ponencia versó sobre un tema poco tratado, el de las occidentalofobias desde el mundo árabe y los malentendidos que se han ido generando entre ambas culturas. La situación de los musulmanes, inmigrantes o no, en la España de hoy fue tratada por el profesor de la Universidad Rovira i Virgili, Jordi Moreras, por el Subdirector General de Coordinación y Promoción de la Libertad Religiosa, Juan Ferreiro, por el presidente de la Junta Islámica Catalana, Abdennur Prado, y por la mediadora intercultural Naima Benaicha. El debate que se originó al final fue muy interesante, al igual que lo fue el que tuvo lugar al día siguiente, después de que el tema de las islamofobias en España y en Europa fuera tratado por Fernando Bravo López, de la UAM, y el de la situación de las mujeres musulmanas inmigrantes, por la mediadora social Siham Ater.

Programa amplio y complejo que me dejó un buen sabor de boca y, sobre todo, una sensación de que el tiempo había pasado muy deprisa y de que el curso podía haber durado más tiempo sin que nadie se hubiera cansado de seguir. Una de las cosas buenas de estos cursos es que los organizadores logran dotarlos de un contenido y de un nivel muy atractivos y, a la vez, saben generar un ambiente en el que la participación y el diálogo se hacen fáciles y de interés.



A pesar de que dos días estuvo lloviendo y de que me equivoqué haciendo la reserva del hotel, uno vuelve de Alicante pensando en que ya falta menos para el curso siguiente. Y esto creo que es significativo.


Manuel Casal