A veces la vida te da sorpresas agradables. No me gustan todas las sorpresas, por muy gratas que crea que son quien te las da. Hay quienes se proyectan con mucha facilidad y que están convencidos, sin ningún indicio de que vayan a acertar, que lo que a ellos les gusta le tiene que gustar necesariamente al sorprendido.
Las sorpresas que me gustan son las que yo espero y que se hacen realidad antes de lo esperado o mejor de lo previsto. Es lo que ha ocurrido hoy. Me han traído dos encargos antes de lo esperado, previo elegante aviso, claro está.
Me parece que no estaría mal estar dispuestos a dar sorpresas de este tipo, en lugar de reducir el ámbito del sobresalto a dar estúpidos sustos, a colarse en casa sin avisar, aunque estés ocupadísimo, o a hacer bobadas inesperadas.