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miércoles, 7 de marzo de 2012

Día Internacional de la Mujer. Mujer o carne de mujer

Mañana es el Día Internacional de la Mujer. Reproduzco aquí la entrada publicada en este blog el 31/12/2011.

El machismo es fundamentalmente una ideología de poder. El machista parte del prejuicio que le hace creerse superior a la mujer. Este prejuicio lo encauza desarrollando un gran interés en convertir en real esa superioridad encontrando una mujer que se preste a asumir su inferioridad y que se convierta en una esclava barata, cercana y obediente, que le dé gratis todo lo que el machista necesita para vivir como un amo.

El método que usa el machista no es una creación suya. A lo sumo tendrá que conquistar a una mujer que no esté concienciada y que no se entere de lo que hay en la sociedad, pero en su empeño no está solo. La propia sociedad le ayudará de manera sustancial en la consecución de sus propósitos.

Es cierto que los ciudadanos no son muy dados hoy a pensar, a conocer en profundidad el mundo en el que viven y mucho menos a criticarlo. El fútbol, la televisión, el bar, el alcohol, las diversas pantallas y los amigos son reclamos mucho más efectivos que la reflexión y el conocimiento. Pero es que, además, la mujer sufre un proceso de alienación añadido que hace que su situación sea aún más peligrosa y difícil. El machista y la sociedad machista quieren que la mujer desaparezca como mujer, que su propia persona, su dimensión de ser humano y su ser de mujer queden ocultos a sus propios ojos de mujer y a los de todas las mujeres. De hecho, muchas mujeres se miran hoy a sí mismas con ojos de hombre. El machista y la sociedad machista quieren que el ser humano mujer no aparezca para que no se reproduzca.

Hay dos maneras de ocultar a las mujeres, de crear una situación en la que en realidad no existan.

Una manera es muy rudimentaria y muy primitiva. Consiste simplemente en taparlas. El hecho de taparles una parte de su cuerpo con pañuelos, velos o túnicas ya es un acto humillante que pone a las mujeres en la puerta de su utilización para fines posteriores. Pero si el machista lo ve necesario, las tapa enteras poniéndoles un burka, un niqab o lo que le dé la gana. Lo que logra así es no sólo que no se muestre “su” mujer ante los ojos de los demás, sino que “la” mujer, o sea, “las mujeres” no se muestren como tales, que vivan como si no existieran, porque no pueden mostrarse como tales, sino como sacos de tela que se mueven.

La otra manera es más sorprendente, pero igualmente eficaz. Consiste en desnudarlas. Cuando una mujer se convierte en sólo un trozo de carne observable y en un mero objeto de deseo para el público machista, deja de ser mujer para convertirse en objeto de consumo, en cuerpo sin espíritu, en materia manejable. La mujer, la persona de sexo mujer, queda oculta, como si no existiera, bajo la apariencia de su piel.

La televisión juega un papel muy importante en este proceso de despersonalización, de deshumanización de la mujer, podríamos decir de desmujerización, ante el que los machistas están muy satisfechos. La zafiedad de Berlusconi y de los no menos zafios y zafias que le comprenden y le animan está haciendo estragos en esta sociedad tan maltrecha en la que estamos. Pongo aquí un magnífico documental que trata el tema desde la óptica de la sociedad italiana, pero que me parece aplicable a prácticamente cualquier sociedad actual. Creo que hay que pensar mucho sobre lo que se dice en él y sobre el tan necesario principio de igualdad de todos los seres humanos.



jueves, 28 de abril de 2011

lunes, 16 de agosto de 2010

Niqab


Vi hace días por la abigarrada Gran Vía de Madrid a tres mujeres vestidas, o como se pueda describir el hecho, con el niqab que usan algunas musulmanas en Arabia Saudí. Se trata de una tela negra que le cubre todo el cuerpo, salvo una abertura horizontal a la altura de los ojos que les permite ver. Dentro de esa enorme máscara negra va un ser humano, posiblemente mujer, aunque no se sepa ni su edad, ni sus facciones, ni su estado de ánimo ni si tiene ganas de vivir o no.

Es la segunda vez que veo a mujeres así. La primera fue en la no menos abigarrada planta de ropas de mujer de unos grandes almacenes. Me producen siempre un impacto grande por lo lejos que se sitúan, es posible que en contra de su voluntad, de mi idea de lo que debe ser un ser humano.

Recuerdo que en mi infancia me metieron en la mente ciertas ideas que en el fondo son muy parecidas a las que hay detrás del niqab, del burka y de todos estos detalles que convierten a la mujer en una cosa sin libertad y en un objeto propiedad de algún hombre o, más bien, de los hombres. Decían entonces que el cuerpo de la mujer había que ocultarlo porque la belleza no debía mostrarse y que el recato, las buenas costumbres y los buenos modales deberían ser las notas propias de una mujer decente. Ciertamente no llegaban a los niveles musulmanes, pero la consideración de la mujer era estructuralmente la misma: deben mantener su cuerpo en buena medida oculto.

Afortunadamente me he ido quitando de encima estas ideas, que no sólo son ñoñerías, sino expresiones de una terrible discriminación que convierte la belleza de la mujer en fuente de males, aunque éstos estén situados más bien en la mirada del hombre. Por eso me emociona hoy ver a una mujer que no se preocupa por tapar su cuerpo, sino que se muestra con naturalidad, como si por encima del sexo y, por supuesto, de las religiones hubiera un ser humano libre y dueño de todo su ser.