Qué alegría cuando aparecen personas como María Jesús o Pilar, las que cambiaron y salvaron la vida de Fátima Saidani, indigente de Zaragoza, cuya aventura vital se relata hoy en El País. Son personas con sensibilidad, con un sentido de lo humano digno de admiración. Pero, además de valorar la actuación de estas dos personas y de reconocer su magnífico aroma humano, deberíamos criticar también el tipo de sociedad que estamos creando, basada en las desigualdades que genera el sistema económico dominante, en la insensibilidad de las instituciones para evitar la aparición de personas como Fátima, en el poco peso que tienen los pobres en un mundo hecho por y para los ricos.