Siempre consideré al médico como una persona respetable, como un trabajador importante porque era depositario de un saber que no solo te podía curar una enfermedad, sino que te podía salvar la vida. De hecho, ambas situaciones las he vivido en mi propia existencia.
Sé que no todas las personas piensan así. Pronto empecé a oír casos de agresiones a médicos a manos de gente que se creía poseedora de toda la verdad y de toda la razón. Incluso conocí el caso de un paciente con un peso tan excesivo que le estaba dañando su salud, al que un médico, también grueso, le recomendó adelgazar. El paciente se lo tomó como una afrenta personal. Su orgullo no le permitió admitir que un médico grueso le mandara adelgazar y reaccionó insultándole y pegándole.
Creo que el maltrato a los médicos es un comportamiento propio de personas incultas, que aman poco a la humanidad, que no tienen clara la idea de respeto y que muestran poca consideración con el que sabe. De personas que deberían pasar por un nuevo proceso de educación, porque el que tuvieron no les produjo los efectos deseados. Hay que tener cuidado, como de hecho lo tienen los médicos, con estas personas.
Lo que ha contribuido a bajarme aún más la moral, lo que me ha indignado sobremanera y me ha hecho perder la esperanza en un mundo mejor es comprobar que personas de este estilo, incultas e indeseables, han llegado al gobierno de la Comunidad de Madrid y se han instalado allí para hacer fundamentalmente sus negocios con cualquier asunto y maltratar a médicos, a ciudadanos y a todo el que se interponga en sus planes sin el menor cargo de conciencia.
Hay médicos encerrados, en protesta por su situación, en la Consejería de Sanidad de la Comunidad de Madrid. Al parecer no les permiten ni que les lleven comida. Me parece un trato similar al que recibieron los ancianos de las residencias durante la Covid.
La situación exige una solidaridad que no puede acabar en las palabras.