Hay guerras en las que no merece la
pena estar. Son casi todas. Pero hay otras en las que sí conviene
estar y en las que hay que pelear con ganas, con optimismo, creyendo
firmemente en que se va a ganar y siguiendo al pie de la letra las
instrucciones del jefe de operaciones. Son guerras que uno no ha
querido, pero en las que nos encontramos metidos de la noche a la
mañana y sin posibilidad de escapar. Son las guerras contra el
propio cuerpo.
Buenas noches.