Siempre se fijó en quienes eran razonables pensando y actuando, en quienes intentaban un mundo mejor para todos, más justo, con más libertad y con más valores humanos en sus vidas.
Reflexionó mucho sobre lo que veía y procuró aprender lo necesario para vivir con esa actitud.
A lo largo de su vida cosechó pequeños éxitos, alguna que otra alegría y bastantes decepciones.
Cuando fue mayor, constató algo que ya venía observando desde hacía tiempo: que la actitud contra la que iba luchando con la palabra y con sus actos iba creciendo, iba triunfando y se iba presentando con atrevimiento como la única admisible.
Se sintió solo y triste, pero, según me confesó, siguió.
Buenos días.