Las palabras, a veces, ocultan la
realidad, porque ni tienen un solo significado ni tampoco lo muestran
con claridad. Es lo que puede ocurrir con la expresión 'te quiero',
tan usada en el lenguaje común.
Creo que lo normal es que 'te quiero'
se refiera a la actitud de quien la pronuncia de intentar que la
persona querida sea feliz, de ayudarla a crecer como persona, de
facilitarle la vida, de procurar que sea la alegría la que domine
sus días, de considerarla más importante que su propia felicidad y
que su propia vida. Lógicamente, esta actitud admite grados y
matices, según se aplique a unas personas o a otras, pero no puede
dejar de tener una intención fundamentalmente de generosidad.
Pero hay otras ocasiones en las que el
uso de esta expresión se desvía de lo anterior, quizás porque la
debilidad de quien la pronuncia se hace grande o porque la
generosidad se pierde en el bosque del olvido o porque no se tienen
claros los valores que sustentan la relación con la otra persona. En
estos casos, el 'te quiero', lejos de expresar una entrega generosa a
la persona querida, se convierte en un 'te necesito'. Ya no es un 'me
doy', sino un 'quiero que me des'. En este sentido, quien pronuncia
tales palabras lo que tiene es la urgencia por recibir algo de la
persona amada, por no hablar del peor de los significados posibles,
aquel que viene a decirle a la otra persona que le pertenece y que lo
que quiere es que le entregue su vida.
Como todas las expresiones mágicas,
'te quiero' puede encerrar la más alta muestra de humanidad o la más
baja expresión de la peor de las expresiones del ser humano, la del
egoísmo.
En todo caso, es prudente investigar
ante un 'te quiero' qué es lo que se nos quiere decir y, también,
no perder de vista que no somos lo que decimos, sino lo que hacemos.
Buenas noches.