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viernes, 22 de septiembre de 2017

Buenas noches. Historias de este país / 1



Fueron, en realidad, unas antivacaciones en un verano dominado por una mezcla extraña de necesidad, de improvisación, de continuos viajes más o menos forzados, también de ratos agradables y placenteros, pero seguidos pronto por rutinas pesadas y por comportamientos obligados.


En medio de ese ir y venir, tuvimos que ir un día a unos grandes almacenes situados en una zona económicamente potente. Paseábamos tranquilamente por los pasillos con la intención de subir al piso superior cuando, de repente, oímos los gritos de una niña procedentes de una rampa inclinada de bajada que desembocaba unos pocos metros delante de donde estábamos. Con un susto grande observamos cómo un individuo con una discapacidad, en principio, sólo física, montado en una silla de ruedas, descendía, a toda velocidad y apoyado únicamente en las ruedas traseras, por la rampa de bajada. Al llegar al suelo de la planta en donde estábamos, forzó un derrape para lograr frenar su marcha. Por fortuna no pasaba nadie por allí, pero el accidente, delante de nuestros ojos abiertos como si quisieran salirse de sus órbitas, pudo haber sido de una magnitud inversamente proporcional al conjunto de neuronas en buen funcionamiento del estúpido individuo veloz. Detrás de él venía corriendo y gritando la que, al parecer, era su hija, a la que el cretino le decía a voces que le había ganado en la carrera. 

Esto ocurrió en la selva urbana en la que habitamos.

Buenas noches.