Vivir consiste en intentar convertirse
en un ser humano y en procurar humanizar el mundo en el que se vive.
La herramienta más conveniente y necesaria para este proyecto en la
situación actual creo que es la explicación racional de todo lo que
nos afecta.
Así, los padres deberían basar su
autoridad y el proceso de educación de sus hijos, si quieren hacer
de ellos hombres y mujeres maduros, en la explicación de todo lo que
le vayan diciendo. La mejor manera de lograr que un hijo cumpla una
norma es intentar que la entienda y que la vea razonable.
Lo mismo vale para los profesores. El
vicio de más peligro en la escuela es el de fomentar el aprendizaje
memorístico a costa de la comprensión racional de lo que se
estudia. ¿De qué le vale a un alumno aprobar si resulta que no se
ha enterado de nada de lo que ha estudiado?
Los políticos, por su parte, en esta
coyuntura actual tan dura, en la que la política se echa de menos en
medio del imperio de la economía, deberían practicar el arte de
explicarle con claridad y con honestidad al pueblo lo que hacen y lo
que pretenden hacer. Si los ciudadanos se acostumbraran a
racionalizar sus opiniones y a formarse una idea argumentable de lo
que les ocurre, seguramente estarían en condiciones de descubrir lo
que ahora no ven y de emitir un voto mucho más consciente que el
actual. Claro que la derecha jamás fomentaría esta racionalidad
ciudadana, porque sería el principio del fin de sus engaños y de
las maniobras que usa para obtener sus privilegios.
Nosotros mismos deberíamos dejarnos ya
de creer en teorías sobrenaturales, en lo que dicen por la
televisión o en los prejuicios que desean meternos en la cabeza,
para intentar entender argumentalmente lo que ocurre y lo que nos
ocurre. Menos creer, más explicar y más saber sería una buena
manera de crear un país más vivible, por ser más humano.