Una profesión es una manera de ganarse la vida, pero también y con la misma importancia, es una forma activa de ser y de estar en el mundo, de crear el pequeño gran mundo de cada uno, de tratar a los demás y de construirse la propia vida.
Todas las profesiones son necesarias. En cuanto nos falta un profesional de alguna de ellas, vivimos peor. Por eso, creo que lo razonable y lo ético es que cada uno desempeñemos nuestra profesión de la mejor manera posible, dando lo mejor de nosotros mismos y siendo conscientes de que estamos influyendo en que la vida de las demás personas sea mejor. Cuando el panadero, el médico, el entrenador, el camarero, el vendedor, el conductor, el fontanero, el político, el empleado de la ventanilla, el jefe o el compañero hacen bien su función y se dan cuenta con orgullo de que te están ayudando a que vivas mejor, nos reconfortamos todos: el profesional, porque se da cuenta de que lo está haciendo bien, y el ciudadano, porque su vida es mejor cuando le atienden buenos profesionales.
Hay que darles siempre las gracias a los buenos profesionales que nos encontremos en el camino.