Tal día como hoy de 1921, hace 100 años, murió Enrico Caruso.
Tienes más información aquí.
El problema fundamental de la vida es un problema ético. ¿Cómo actuar hoy para crear un mundo más humano? ¿Cómo actuar de manera humana para crear un mundo mejor?
Hace unos días terminé de leer la novela de Dominick Dunne, Una temporada en el purgatorio, publicada por la editorial Libros del Asteroide.
El autor, que vivió entre 1925 y 2009, es un escritor norteamericano de éxito, conocido por sus novelas, por sus comentarios de sociedad en la revista Vanity Fair y por sus crónicas de los juicios más célebres que tuvieron lugar recientemente en los Estados Unidos.
Sus conocimientos de la alta sociedad americana le llevaron a publicar varias novelas en las que se muestran sus características. Una de ellas es esta que acabo de leer.
Me ha interesado este texto porque narra cómo en los ambientes en los que dominan ciertos poderes económicos, la mentira y el dinero son capaces de ocultar todo lo que no se quiere que aparezca, los sobornos están a la orden del día y la voluntad de los ricos es capaz de sobresalir por encima de la verdad. También muestra que hay conciencias muy dadas a que los intereses propios hagan olvidar los hechos, y que, en cambio, hay otras, mucho más sensibles, a las que el recurso al olvido no les resulta eficaz. Los hechos que se cuentan se sitúan entre 1972 y 1993, pero cualquier lector podría situarlos fácilmente en épocas más cercanas.
Otras novelas del mismo autor son Las dos señoras Grenville y Una mujer inoportuna. La primera de ellas la he leído y la recomiendo también.
El saber ayuda a conseguir una vida buena.
Tienen que estar muy despistados para preferir que les gobierne un fascista a alguien que pretende el bien de todos. O quizá sea que ellos no pretenden el bien de todos, sino solo su propio bien, y su despiste les lleva a creer que se lo va a proporcionar el fascista. No despiertan ni viendo lo que está ocurriendo con la sanidad pública, ni con la educación, ni con las mujeres, ni con los inmigrantes ni con quienes tienen una orientación sexual diferente. Cuando les toque a ellos, van a seguir estando dormidos.
Hay que ganar y ganar. Siempre ganar. Hay que ganar, sobre todo, dinero. Hay que ganar el partido. Hay que ganar el campeonato. Hay que ganar una medalla. Hay que ganar la discusión. Hay que ganar el juicio. Hay que ganar tiempo. Hay que ganar el pulso. Hay que ganar influencia. Hay que ganar la batalla. Hay que ganar la votación. Hay que ganar más que el año anterior. Hay que ganarse la vida. Hay que ganar como sea. Hay que ganar siempre. Hay que ganar. Da igual que quedes maltrecho. Da igual que pierdas la vida. Lo importante es ganar. Este capitalismo viejo e inhumano te exige ganar siempre, aunque la victoria sea pírrica (aquella que se consigue con más daños para el que gana que para el que pierde). ¡Qué disparate!
Le he dicho a una persona, que lo estaba pasando mal, que se quisiera mucho. No me acaba de convencer decir esta expresión, porque puede entenderse como que se vuelva egoísta y se olvide de lo que le ocurre a los demás. Ese es el riesgo, pero no voy por ahí. Yo mismo he tenido que quererme más de la cuenta durante un período de tiempo y comprendo lo que en determinados momentos se puede necesitar. Hay veces en las que no te pasa nada grave, pero te entra una especie de pereza vital, de hartura, de cansancio existencial, de estar hasta los bordes, de vivencia de que todo es difícil, que te hace imposible salir de ti. Nadie, por otra parte, se interesa por saber cómo estás. Y los inconvenientes y las situaciones difíciles llenan tu tiempo. Son esos los momentos en los que hay que quererse, no para huir del mundo, sino para poder volver a él en mejores condiciones.