Tengo la impresión de que se ha
perdido el sentido que tiene el voto en una democracia moderna. La
democracia nació para poder participar en el gobierno de la
sociedad. Cuando la participación directa se hizo imposible, por el
crecimiento de la población y de las ciudades, la democracia se hizo
representativa, cosa que no tenía por qué eliminar la
participación, sino que permitía y hacía eficaces las discusiones
y las decisiones. Hoy, a través del voto, los ciudadanos y las
ciudadanas pueden elegir a sus representantes. La corrupción de
algunos políticos y una extraña idea de lo que debe ser la
participación han hecho que ahora demasiados ciudadanos renuncien a
su derecho legal al voto y a su deber moral de votar, dejando así en
manos de los más interesados el gobierno de la sociedad. Costó
mucho esfuerzo y muchas vidas poder ejercer el derecho al voto, sobre
todo que lo pudieran hacer las mujeres, para que ahora el gran
peligro de la democracia sea la abstención.
Sobre la historia y la situación del
voto de las mujeres versa el interesante artículo de esta semana de
Cristina del Valle en la revista Cambio 16. Puedes leerlo pulsando
aquí.