Te dejo este poema de Walt Whitman, por si te ayuda a ser.
CANTO DE MÍ MISMO
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Sé que poseo lo mejor del tiempo y del espacio;
nunca he sido medido, y no seré medido jamás.
Viajo eternamente (¡venid todos a escucharme!),
mis señas son un capote de invierno, zapatos recios y un báculo cortado en el bosque,
ningún amigo mío se sentará en mi silla a descansar.
No tengo cátedra, ni iglesia, ni filosofía.
No llevo a ningún hombre a la mesa puesta, ni a la biblioteca, ni a la bolsa,
pero a vosotros, hombres y mujeres, os llevo a la cumbre.
Con mi brazo izquierdo os rodeo la cintura,
con mi mano derecha os señalo los pasajes de los continentes y el camino real.
Ni yo, ni nadie, pueden recorrer ese camino por ti.
Tú mismo tienes que recorrerlo.
No queda lejos, es fácil llegar a él,
acaso has estado recorriéndolo desde que naciste, sin saberlo,
acaso está en todas partes, en la tierra y en el mar.
Échate tus trapos al hombro, hijo mío, yo tomaré los míos y pongámonos en camino sin demora.
Maravillosas ciudades y naciones libres encontraremos a nuestro paso.
Si te cansas, me darás las dos cargas y apoyarás tu mano en mi cadera.
Y, cuando yo te lo pida, me recompensarás con el mismo servicio,
pues, habiéndonos puesto en marcha, ya no podremos descansar.
Esta mañana, antes del amanecer, subí a una colina a contemplar el firmamento poblado de estrellas,
y le dije a mi alma:
Cuando poseamos aquellos mundos y el
placer y la sabiduría de todo cuanto hay en ellos,
¿estaremos por fin llenos y satisfechos?
Y mi alma dijo:
No, no habremos hecho otra cosa que
alcanzar esos mundos para ir más allá.
También tú me haces preguntas y yo te escucho.
Y te digo que no puedo contestarte, y que la respuesta has de encontrarla por ti mismo.
Siéntate un momento, hijo mío.
Aquí tienes pan para comer y leche para beber,
mas tan pronto como hayas dormido y te hayas puesto ropa fresca,
te daré un beso de adiós y te abriré la puerta para que salgas.
Largo tiempo has soñado sueños despreciables,
mas ahora te quito la venda de los ojos,
para que te acostumbres al resplandor de la luz
y de cada uno de los instantes de tu vida.
Largo tiempo has vadeado, asido de una tabla, cerca de la playa.
Ahora quiero que seas un nadador intrépido,
que saltes en medio del mar, que te levantes, que me hagas señales,
que grites, que agites el agua con tus cabellos.
Hojas de hierba. Organización Editorial Novaro. Barcelona,1977.