Nadie le hacía ni caso. En su entorno
cada uno iba a lo suyo. El amor, el odio y la indiferencia dibujaban
infinitas trayectorias a su alrededor. A veces la soledad se le
imponía. Había épocas en las que tenía que llegar a las
profundidades para encontrar algo que le mantuviera en pie. La
amenaza de ser sustituido o de ser aniquilado era constante. Sin
embargo, aquel árbol seguía dando sus hojas y sus flores y
regalando lo mejor que tenía: su sombra, su cobijo y su belleza.
Buenos días.
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