Un valor no es una cosa, sino una
cualidad que yo encuentro en una cosa y que convierte a ésta para mí
en algo apreciable. Un reloj, por ejemplo, es una cosa, pero
encuentro en él una cualidad -que me marca la hora- que lo convierte
en algo muy útil para mí. Esa cualidad es el valor.
Nosotros, lo sepamos o no, actuamos
siempre de acuerdo con los valores que tenemos. Si un banquero, por
ejemplo, considera valioso engañar a la gente para sacarle dinero,
actuará consecuentemente y la engañará. Si alguien, por poner otro
ejemplo, considera que cocinar bien es un valor porque con ello
muestra a los comensales el cariño que se les tiene, hará el
esfuerzo de que sus platos le salgan estupendos.
Nadie actúa en contra de sus valores.
Si alguien valora de verdad entrenar, porque así podrá ganar la
liga, no dejará de entrenarse. Si alguien valora estar delgado,
porque eso es saludable, no decidirá comer de manera desaforada para
así engordar. Otra cosa es que, de vez en cuando, seamos
contradictorios y hagamos lo contrario de lo que realmente valoramos,
pero eso no es lo normal.
Los valores no son los mismos para
todas las personas, aunque hay algunos que se consideran comunes a
todas ellas y que se plasman en la Declaración Universal de los
Derechos Humanos. Cada persona tiene, además, su propia escala de
valores. Le vendría muy bien a tu sensibilidad que intentaras
ordenar los tuyos y que fueras capaz de decidir cuál es para ti el
más importante y cuáles le siguen después. Te conocerías mejor y
te ayudaría a conocer a los demás.
Estoy seguro de que uno de tus grandes
valores es el de querer a las personas y que en eso coincidimos
todxs. Por eso cada noche creamos esa reconfortante nube formada por
recuerdos cariñosos de todos los que encontramos en nuestra vida con
buena voluntad y que desean crear una vida mejor. Que tampoco falte
hoy el intento. Buenas noches.
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