Los pájaros me avisan cada mañana de
que hay que vivir la vida de cada día, con inocencia, como si fuera
el primer día de la vida, y con urgencia, como si fuera el último.
Pero a veces no oigo a los pájaros, lo cual es una estupidez
imperdonable por mí mismo. En ese caso, debo verlos. Vuelan libres,
según les pide la vida. Se paran, hacen lo que necesitan y siguen su
vida. No me imagino un pájaro aburrido, ni triste, ni haciendo cosas
que no sean propias de un pájaro. Voy a intentar aprender de los
pájaros. No digo copiar, digo aprender. Buenos días.
No hay comentarios:
Publicar un comentario
Puedes expresar aquí tu opinión.