Gerard Mortier, Director artístico del Teatro Real de Madrid, nació en Gante (Bélgica), en 1943, y, tan preocupado por el presente político de su país como por el futuro cultural de Europa, está a punto de cerrar su primera temporada al frente del coliseo madrileño después de dejar su impronta en las principales estaciones del continente. En 1991 sucedió a Herbert von Karajan como director del Festival de Salzburgo, donde pasó 10 temporadas. Luego vendrían la creación de la citada Trienal del Ruhr y la dirección de la Ópera de París. Parece, pues, la persona adecuada para analizar el estado de la cultura en un tiempo en que esta vive su particular revolución industrial.
En el Suplementto de El País que celebra su 35 aniversario aparece una entrevista en la que dice lo siguiente:
Una obra de arte es algo espiritual, quitándole a la palabra toda connotación religiosa. Desde la Revolución Francesa tenemos mucha más democracia -que ha llegado más tarde para las mujeres-, pero la democracia ha sido sobre todo material. En Occidente, las conquistas sociales han humanizado el trabajo, pero no ha conseguido aún que la gente trabaje en algo que le interese. La democracia no ha llegado al espíritu, se ha quedado en el ámbito materialista. Eso se ve cuando vas a Moscú. No me gustaba nada el sistema comunista, pero la educación ha perdido el peso que tenía. Ahora está orientada al beneficio, a ganar dinero. Solo hay que ver los programas de las escuelas y las universidades. El ejemplo más claro es Estados Unidos. Cuando he dado clases de análisis sociopolítico del teatro me he encontrado con estudiantes de 20 o 22 años que no sabían qué era Fausto. Don Juan sí, pero lo confunden con Casanova.
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