Hay una clase de listos que dicen tonterías para que los oyentes, a los que cree tontos, les hagan caso y acepten sus consignas. Previamente han entontecido a cuantos más, mejor, acostumbrándolos a la mentira, privándolos de una educación crítica, sembrándoles el odio en lugar de la igualdad, acostumbrándolos a asumir las discriminaciones a las que son sometidos sin que se den cuenta y construyendo así, poco a poco, una clientela de tontos fieles, sumisos, inconscientes y dispuestos a todo con tal de que el listo les salve lo que les queda de vida infeliz. Sólo queda la posibilidad improbable de que el tonto tome conciencia de que el supuesto listo en realidad es un golfo que le está engañando desde que apareció en su vida. Pero esto es algo tan difícil como dejar la droga.
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