Le pregunté a los dioses si podíamos ir hoy a comer a su templo y me dijeron que sí. No se debe nunca llevar la contraria a los dioses, así que allí que nos dirigimos. El templo en cuestión se llama Restaurante Serrano y está en Astorga. Nos recibieron, atentos y amables, como siempre, Jesús, el dios padre, y Jesús, el dios hijo. Alba, la sacerdotisa, nos acompañó a la mesa, otro sacerdote nos acercó las cartas y el sumo sacerdote César nos contó las novedades que había hoy en el culto del día.
En la calle hacía mucho calor, pero para la buena comida el clima es algo secundario. Además, en el templo había un buen aire acondicionado. Comenzamos compartiendo unos garbanzos de pico de pardal guisados con boletus edulis, que estaban magníficos de sabor y de textura, y una ensalada de tomates -con sabor a tomates- y bonito escabechado por el dios padre, como sólo él sabe hacerlo. Ambos platos estaban exquisitos.
Luego elegimos una paletilla de cordero lechal, bien hecha y acompañada de unas patatas de la Cepeda, una perdiz estofada, que con la tecnología actual se puede comer perfectamente durante todo el año, y un salpicón de rape con gambas, del que no quedó nada en el plato. Todo estaba bien hecho, bien presentado y bien rico. Lo acompañamos de una botella de Tilenus Crianza, que estaba muy bien, y una cerveza fabricada en la zona.
No tomamos postre para que las calorías no se unieran al calor de la calle y se generara algún desagradable tsunami. La factura fue muy ajustada para la calidad de lo que comimos y bebimos. Al final se acercó Telvi, la diosa madre, y aproveché para dejar constancia de su presencia, pues es ella la portadora de la sabiduría oculta de este templo Serrano que sigue siendo un lugar de obligada visita en Astorga.
Como a este templo no se viene a rezar letanías, sino a gozar, volveremos en cuanto se tercie.