La paz comienza por aceptarte como
eres, con tus virtudes, con tus defectos, con tus deseos, con tus
carencias, con tus penas y con tus alegrías.
La paz continúa aceptando tu
situación. Tu situación no es la que quieres, ni la mía tampoco,
ni la de nadie que sea razonable. Nadie puede elegir lo que le pasa,
lo que la vida le pone delante, pero lo sensato es, en principio, aceptarlo tal como
viene.
La paz termina en la guerra, en la
guerra necesaria para que la vida que aceptamos mejore, para que se
adapte algo más a nuestros deseos, para que sea más humana, para
que seamos más humanos.
No hay felicidad sin paz. No hay paz
sin aceptarse uno mismo y sin aceptar la vida que viene para luchar
contra ella. No hay paz sin guerra.
Ten paz, S.
Buenas noches.