Mi casa huele a mamá. La cocina, a sus manos limpias, frescas como lechugas, con las uñas recortadas y la piel tersa. El baño, de espejo iluminado, aunque según como se vea, y suave olor a jabón casero. La sala de estar, cruce de mil vientos por sus amplios ventanales, reflejo de su trajín, de su desenvoltura. Los dormitorios, tal como sus brazos morenos, cálidos, recogidos en un estruje maternal de los que nunca se aparta uno ileso...
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