En 1364, en la luminosa Venecia, nació Christine de Pizan, quien más tarde hallaría en Francia su lugar definitivo. Creció en la corte real, rodeada de manuscritos, libros y voces doctas que, sin embargo, repetían un mismo estribillo: la desvalorización de las mujeres. La vida la enfrentó pronto a la viudez, con tres hijos a su cuidado. Pero en medio del dolor abrió un sendero inesperado: el de la escritura profesional. No escribía por pasatiempo, sino por necesidad; no era un murmullo, sino un grito en medio del silencio impuesto...
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