viernes, 5 de febrero de 2016

Los viernes, etimologías. Pronombres personales II



La curiosidad que tenemos en los pronombres es el resto de DECLINACIÓN que ha quedado de un sistema que se extendía a todos los nombres, adjetivos, pronombres de todo tipo y hasta algunas formas verbales, eso que llamamos DECLINACIÓN, que la palabra cambie según la función que realice, eso que conservan el ruso o el alemán, y que también tiene el euskera. Español o inglés han conservado ese resto en los pronombres: yo - me, - te, como he - him, she - her. Es un resto curioso. Es como si hubiéramos tenido una fiesta, después limpiáramos la casa, y en un rincón hubiera quedado algún confetti perdido. Las lenguas que tienen declinación y sus hablantes nos parecen bichos raros, y nosotros lo hacemos en los pronombres y no nos damos ni cuenta.

TÚ, TE, TI, CONTIGO. En latín era tu, te, tibi, tecum. La evolución al español es muy normal, aparte de la recaracterización de tecum - contigo, análoga a la de mecum - conmigo que vimos en la pasada entrega.

A propósito del ti (no sé si es el sitio de recordarlo), ¡que no se acentúa! Uf, maldita analogía con ... Hasta hubo un bochornoso programa en la tele con la cabecera a toda pantalla HAY UNA CARTA PARA...¡Noooo! Inventemos una adivinanza, a ver si... Que nunca ha estado en Madrid, porque siempre está en París, y que nunca es para ti, pero siempre es para mí. (¿Solución? ¡Hombre, la tilde!)

ÉL, ELLA, ELLO, LO, LA, LE (y sus plurales). Nuestra tercera persona proviene del demostrativo latino ille - illa - illud y todas sus formas, que significaba "aquél, aquella". El latín, por extraño que parezca, carecía de pronombre personal de tercera persona (ya hablaremos de se). Con el y el yo ya funciona una conversación, no hacen falta más personas, el emisor y el receptor. ¿Que se querían referir a alguien que no era ni el emisor ni el receptor? Pues usaban is-ea-id, que significa "el citado antes", o usaban ille-illa-illud, que significa "aquel". Cuando ille, de tanto usarlo empezó a significar simplemente "él", se recaracterizó para el significado originario "aquel", con ecce, he aquí; ecce+ille, de donde viene nuestra palabra aquel. Cuando ille funcionaba solo ha acabado siendo el pronombre personal, pero cuando acompañaba al nombre, ille homo, illa mulier, ha acabado siendo el artículo, el - la. El latín también carecía de artículo, y el castellano con ille - illa ha creado dos formas nuevas que el latín no tenía: el pronombre personal él - ella y el artículo el - la. Eso es saber aprovechar el material.


Y luego está el lío que tenemos en nuestra lengua con las formas de complemento directo e indirecto. Del acusativo latino illum, illam vienen lo, la, y del dativo illi, masculino y femenino, viene le. Ese sistema es etimologista. Pero en Castilla, cuando la lengua ya se había extendido incluso al otro lado del Atlántico triunfaba un sistema innovador, análogo a la igualación de me y te para todo complemento: "Me vio, me regaló flores", "te vio, te regaló flores". Esa igualación simplificaría también la tercera persona: "le vio, le regaló flores", "la vio, la regaló flores". Este sistema innovador es el de los hablantes de la Meseta y de los grandes genios del Siglo de Oro, también el del Quijote. Pero como son mayoría los usuarios del primer sistema, el etimológico, este es hoy día el considerado correcto y culto.

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