La
curiosidad que tenemos en los pronombres es el resto de DECLINACIÓN
que ha quedado de un sistema que se extendía a todos los nombres,
adjetivos, pronombres de todo tipo y hasta algunas formas verbales,
eso que llamamos DECLINACIÓN,
que la palabra cambie según la función que realice, eso que
conservan el ruso o el alemán, y que también tiene el euskera.
Español o inglés han conservado ese resto en los pronombres: yo
- me,
tú
- te,
como he
- him,
she
- her.
Es un resto curioso. Es como si hubiéramos tenido una fiesta,
después limpiáramos la casa, y en un rincón hubiera quedado algún
confetti perdido. Las lenguas que tienen declinación y sus hablantes
nos parecen bichos raros, y nosotros lo hacemos en los pronombres y
no nos damos ni cuenta.
TÚ,
TE, TI, CONTIGO. En
latín era tu,
te,
tibi,
tecum.
La evolución al español es muy normal, aparte de la
recaracterización de tecum
- contigo,
análoga a la de mecum
- conmigo
que vimos en la pasada entrega.
A
propósito del ti
(no sé si es el sitio de recordarlo), ¡que no se acentúa! Uf,
maldita analogía con mí...
Hasta hubo un bochornoso programa en la tele con la cabecera a toda
pantalla HAY UNA CARTA PARA...¡Noooo! Inventemos una adivinanza, a
ver si... Que nunca ha
estado en Madrid, porque siempre está en París, y que nunca es para
ti, pero siempre es para mí.
(¿Solución? ¡Hombre, la tilde!)
ÉL,
ELLA,
ELLO,
LO,
LA,
LE (y sus plurales).
Nuestra tercera persona proviene del demostrativo latino ille
- illa - illud
y todas sus formas, que significaba "aquél, aquella". El
latín, por extraño que parezca, carecía de pronombre personal de
tercera persona (ya hablaremos de se).
Con el tú
y el yo
ya funciona una conversación, no hacen falta más personas, el
emisor y el receptor. ¿Que se querían referir a alguien que no era
ni el emisor ni el receptor? Pues usaban is-ea-id,
que significa "el citado antes", o usaban ille-illa-illud,
que significa "aquel". Cuando ille,
de tanto usarlo empezó a significar simplemente "él", se
recaracterizó para el significado originario "aquel", con
ecce,
he aquí; ecce+ille,
de donde viene nuestra palabra aquel.
Cuando ille
funcionaba solo ha acabado siendo el pronombre personal, pero cuando
acompañaba al nombre, ille
homo,
illa
mulier,
ha acabado siendo el artículo, el
- la.
El latín también carecía de artículo, y el castellano con ille
- illa
ha creado dos formas nuevas que el latín no tenía: el pronombre
personal él
- ella
y el artículo el
- la.
Eso es saber aprovechar el material.
Y
luego está el lío que tenemos en nuestra lengua con las formas de
complemento directo e indirecto. Del acusativo latino illum,
illam
vienen lo,
la,
y del dativo illi,
masculino y femenino, viene le.
Ese sistema es etimologista. Pero en Castilla, cuando la lengua ya se
había extendido incluso al otro lado del Atlántico triunfaba un
sistema innovador, análogo a la igualación de me
y te
para todo complemento: "Me vio, me regaló flores", "te
vio, te regaló flores". Esa igualación simplificaría también
la tercera persona: "le vio, le regaló flores", "la
vio, la regaló flores". Este sistema innovador es el de los
hablantes de la Meseta y de los grandes genios del Siglo de Oro,
también el del Quijote. Pero como son mayoría los usuarios del
primer sistema, el etimológico, este es hoy día el considerado
correcto y culto.
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