La señora del asiento de atrás, en el
autobús, dice que no habla con sus vecinas porque son muy jóvenes
y ya tienen otra manera de ver las cosas.
Cuando yo tenía pocos años, me
gustaba hablar con gente mayor -sobre todo, escucharles-, porque eran
personas que siempre tenían cosas nuevas que decir y se aprendía
con ellas. Ahora, que tengo más años, por las mismas razones, me
gusta hablar con gente joven.
La vejez mental, esa que sobreviene a
cualquier edad, te hace romper con el mundo, te recluye sin remedio
en la propia mediocridad y te hace permanecer en esa pobreza vital
que nos impide llegar a ser verdaderos seres humanos.
Creo que ni en uno mismo ni en los
demás hay que mirar la edad, sino la frescura.
Buenas noches.
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