domingo, 14 de septiembre de 2008

París no se acaba nunca / y 6



Dice Vila-Matas:


"Nunca será una duda la que nos haga enloquecer, sino más bien una certeza, cualquier certeza, aunque ésta sea tan simple como la que tengo ahora."

¿Cómo se atreven entonces a procurar que huyamos de las dudas? ¿Quieren que caigamos en las certezas? ¿Quieren volvernos locos? ¿Por qué asocian la duda con la inmadurez y la certeza con la madurez? Sólo el fuerte es capaz de dudar. El débil necesita la certeza para refugiarse en ella y no tener que pensar, porque o no puede o no sabe. ¿Por qué nos quieren hacer débiles? ¿Cuánto loco sin reconocer hay por aquí y por ahí?


Yo de ti dudaría de todo. Lo primero, de que esto que te pongo tenga sentido. Y, después de dudar, elegiría. Pero elige tú y después de dudar.

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2 comentarios:

  1. A veces creo que todos somos locos potenciales. Y por eso enloquecemos con las dudas y con las certezas. Con las certezas, en el fondo porque partieron de la base de una duda, y lo que una vez fue duda, ¿quién tiene el poder y la fuerza de hacer que deje de serlo?

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  2. En potencia, sí. Todos somos locos en potencia, y astronautas y todo lo que se te ocurra. Pero en acto, de hecho, yo creo que lo que te hace volver loco es una certeza excesivamente fuerte, cerrada, definitiva, aislada de la realidad. Es lo que ocurre con los fundamentalismos, con los inmovilismos, con algunos radicalismos, con los dogmatismos. Tenemos una capacidad para conocer demasiado limitada como para encerrarnos en la postura de que lo nuestro es lo definitivo, lo total, la certeza absoluta. Este tipo de 'locura' es la que yo creo que es producida por la certeza, la locura de la cerrazón. Lo que nos libra es la apertura de la duda.

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