Me atrevo a indicar que hay muchas formas de morir, y una de las más eficaces es negarse a mejorar. Las organizaciones que desarrollan culturas defensivas, en las que se llega a afirmar que ellas son el dechado de perfección mientras que todas las demás, sea de su sector o de otros, tienen profundas limitaciones, están destinadas al fracaso más absoluto. Algunas de las dolencias que más daño provocan a las organizaciones son la ceguera y la sordera (me gusta recordar que conozco directivos ciegos y sordos que ven mucho y escuchan extraordinariamente bien), y me refiero con esto a que hay organizaciones que se niegan a entender que los tiempos se transforman y transforman el entorno. Quien no reflexiona sobre la importancia de ese principio universal que reza 'quien siempre vende lo mismo y del mismo modo, dejará de venderlo' está condenándose a la esterilidad.
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