Usando una terminología actual, podríamos decir que la Atenas clásica era una ciudad machista, en ella las mujeres apenas pisaban la calle, confinadas siempre en casa y lejos del espacio público. Pero en la costa de Anatolia y en las islas del mar Egeo la vida de las mujeres era más libre. Las niñas recibían educación y si eran ricas, incluso podían expresarse en público. En Rodas vivió Eumetis, nombre que significa “la de la buena inteligencia”, aunque era conocida como Cleobulina, por ser hija del rey Cleóbulo, uno de los siete sabios.
“Un texto antiguo la sitúa en un simposio, codeándose con toda libertad con los hombres”,
—dice Irene Vallejo en la página 167 de su libro, y añade
“Como era ingeniosa y ocurrente en una época que quería mujeres silenciosas, Cleobulina se prestaba a la caricatura. Sabemos que un cómico ateniense la parodió en una obra de teatro titulada -en plural- Las Cleobulinas. (…) Las mujeres que escribían se enfrentaban a la amenaza de la burla, de ese espejo deformante. Tal vez por eso amaban el secreto, sugerir sin llegar a decir, el acertijo, el interrogante”.
Las mujeres han tenido siempre que asociar la lucha a sus vidas, y las únicas que han avanzado han sido las que han luchado por sus derechos como seres humanos. Luchando han crecido y se han hecho fuertes.
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