Tal día como hoy de 1914 murió Charles Sandres Peirce.
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El problema fundamental de la vida es un problema ético. ¿Cómo actuar hoy para crear un mundo más humano? ¿Cómo actuar de manera humana para crear un mundo mejor?
Íbamos dos personas cruzando por un paso de cebra cuando silenciosamente un individuo montado en un patinete nos adelantó a mucha velocidad y giró a escasa distancia por delante de nosotros. No nos rebanó los dedos de los pies de milagro. El susto me hizo reaccionar. Le grité:
-Pero ¿no sabes que no puedes cruzar por aquí montado en ese vehículo?
-¿Cómo quieres, entonces, que pase?
-Pues te bajas y cruzas como un peatón.
El individuo tenía pocos años, unos quince. Lucía mucho pelo, rizado hacia arriba, igual que muchos. Vestía un pantalón de chándal y una sudadera, como muchos.
-¡Anda ya! Me vas a rayar ahora… -me contesto, y se fue.
Pensé en quién habrá (mal)educado a este chaval, quiénes lo habrán traído al mundo para mantenerlo tan embrutecido y quién le exigirá a este viejo de pocos años que sepa el Código de la Circulación. Si nos llega a atropellar ¿tendrá algún seguro que cubra los gastos? Me parece que nadie se lo exige. ¿Qué valores tendrán estos individuos, qué actitudes valiosas practicarán? ¿Para qué servirán? Además de sus apetitos y sus deseos, ¿tendrán en cuenta algo más a la hora de vivir? ¿Quiénes los irán a manejar en el futuro? ¿Qué país cabe esperar cuando estos viejos de pocos años tengan que tomar decisiones?
Como no me quería amargar la tarde, me puse a pensar en otra cosa, pero las generaciones sin idea de cómo educar a quienes traen a este mundo son ya muchas, los planes de estudio que muestran escasa cultura son ya varios y la proliferación de patinadores de pelo revuelto y mente embrutecida, enorme.
Cuando unos vulgares estafadores le roban a un Ayuntamiento, como el de Madrid, unos cuantos millones, no se lo roban al alcalde, sino a todos los ciudadanos. Los impuestos se pagan para que el alcalde y sus concejales los gestionen bien y financien con ellos los servicios públicos. Por tanto, la estafa no es al alcalde, sino a los ciudadanos, a los madrileños, esos que tienen una sanidad, una educación, una calidad del aire y una limpieza cada vez peores. La estafa es a los ciudadanos.
No veo que los ciudadanos estafados protesten y pidan a estos pésimos gestores que dimitan para que otros más inteligentes y más honestos organicen las cuentas públicas. Esto puede deberse a tres causas: o los votantes de estos señores piensan igual que ellos, es decir, que están de acuerdo en que les estafen y que no les importaría enriquecerse con los fondos públicos, o no tienen la menor conciencia de lo que está ocurriendo porque ni se enteran ni quieren enterarse, o tienen el odio cegador a los adversarios metidos tan dentro que prefieren empobrecerse antes de que gobierne la izquierda. Mala situación, en todo caso, para los ciudadanos y buena para los de extrema derecha, que ven ciudadanos fácilmente manipulables.
No creo que estos machos de extrema derecha sean tan torpes ni tan ignorantes como para negar la existencia de la violencia de género y querer sustituirla, de manera tan absurda y tan burda, por eso de la violencia intrafamiliar. Yo creo que sí saben que existe una violencia que va contra las mujeres, por el mero hecho de ser mujeres, y que la ejecutan hombres machistas que se creen superiores a ellas. Lo saben y muy bien. Lo que ocurre es que NO LES INTERESA ADMITIRLO. Es la mejor manera de seguir explotando a las mujeres, de tratarlas como seres obedientes y como generadoras de placer y de descendencia: como cosas y no como personas. Negar la violencia de género es admitir como normal lo que ellos creen.
Otra cosa es lo que ocurre con las mujeres que votan a estos machistas de la extrema derecha y a sus socios de la derecha extrema. ¿Aún no saben estas mujeres que tienen derechos? ¿Aún no han aprendido estas mujeres a fraguarse ellas mismas sus vidas, sin depender de un machista que las proteja? ¿Están tan acostumbradas a ser tratadas como cosas, que no saben lo que significa ser personas? ¿Todavía no han comprendido que corren peligro al lado de un machista que las explota y que puede ser violento con ellas o con sus hijos si se niegan a ser explotadas? ¿Tanto odio les han metido en sus mentes que ni siquiera ven el peligro que corren ellas mismas con los machistas? ¿Tantas mentiras se han creído que llegan a temer a quienes las defienden? Las mujeres nacieron para ser grandes, y, sin embargo, se conforman con la pequeñez, pintada de rosa y tragedia, que le pone delante el machismo azul y verde.
Unos se van construyendo con amores a los tús y olvidos del yo.
Otros lo van haciendo con olvidos de los tús y amores al yo.
Buen y humano día.
Hoy alguien ha comenzado a hablar de valentía y no lo he entendido. No concibo la valentía más que en presencia de una necesidad. Si hay que hacer algo difícil para conseguir un fin importante, entiendo que el valiente eche mano de su valor y se arriesgue por conseguir tal fin. Pero arriesgarse uno mismo o, lo que es peor, arriesgar la vida de los demás por llegar antes, por aparentar ser superior, por mostrar más atrevimiento que los demás, por ponerse delante de una fiera o por arrancar unos aplausos no lo veo de valientes. Más bien suelen ser situaciones propicias para imprudentes, para gente que no ama la vida o para quienes no cumplen normas ni son fieles al respeto. Dicho más brevemente: para brutos.
Lo peor del mal gusto, esa muestra lamentable de una sensibilidad embrutecida, es que abre la puerta del mal. De ella salen con facilidad la mala educación, los malos modos, la falta de respeto, la mala humanidad y un mundo malo.
En la ceremonia de la bofetada hubo tanto mal gusto que quedó eclipsado hasta lo que se iba a celebrar allí. Hubo mal gusto y, por tanto, mala educación, etc., en el chiste demasiado inapropiado que se contó. Hubo mal gusto y, por tanto, mala educación, etc., en la reacción del abofeteador. Hubo también en esta reacción un machismo bruto y antiguo, que demostró que este vicio discriminador aún está empapando las estructuras de la sociedad, digan las tonterías que digan los de siempre. Hubo mal gusto en las palabras con las que luego se intentó la estupidez de ¡justificar la violencia por amor! Las ocurrencias del bruto son insospechadas.
Aquí siempre salen lectores diciendo que no es el mal gusto, es... lo que quieran. Yo prefiero centrarme en el mal gusto porque me parece que eso está al principio, en el plano básico de la sensibilidad, de lo que se es capaz de captar de la realidad. Todo lo demás viene edificado sobre ese buen o mal gusto, sobre una sensibilidad cada día más maltrecha y sobre la que vamos construyendo una vida bruta y un mundo bruto.
El tú era otro yo, tan digno de respeto y de amor como todos,
pero se convirtió en un mero cliente al que había que sacarle algún beneficio.
Las normas eran procedimientos personales con los que tratar a los otros como seres humanos,
pero se transformaron en consignas productivas dadas desde la mesa de dirección.
Los valores eran cualidades admirables y apreciadas, dignas de mantenerse,
pero fueron sustituidos por el dinero; cuanto más dinero, mejor.
Los detalles eran pequeños actos de generosidad que llenaban una vida,
pero se cambiaron por intereses que debían ser satisfechos.
Al sentido del deber, que a veces aparecía en las conciencias,
le sustituyó la conveniencia de hacer lo más rentable.
El deseo antiguo de hacer un mundo mejor para todos,
se trocó en el anhelo del chalé, el coche y las celebraciones.
La libertad para todos, por la que tantos dieron su vida,
viró sensiblemente hacia un hacer lo que a uno le dé la gana.
La igualdad, la columna vertebral de un mundo mejor,
pasó a ser considerada como el sueño ingenuo de quienes no se enteran de lo que hay.
La justicia imparcial y universal, como criterio para dirimir desavenencias,
fue relevada por individuos que sabían ellos mismos lo que había que hacer.
La vida, como construcción de un mundo bueno y equitativo,
fue vista sobre todo como la gran ocasión de divertirse.
El yo, el tú y el nosotros, entre los que había relaciones desinteresadas,
se trocó en el mí, lo mío, lo nuestro, y nada más.
La idea de la muerte, la gran reflexión para todo ser humano consciente,
provocaba una reacción fulminante: ¡Cállate ya! ¡No me hagas pensar! ¡Eres un amargado!
Desde que aflojaron la fuerza de la filosofía y de las humanidades en los planes de estudios, va avanzando un tipo de personas a las que no les gusta pensar, que no saben pensar y que no valoran el pensamiento. Baja la calidad de la humanidad y emergen los deseos, los intereses, el poco respeto, la baja autoestima y las manipulaciones diversas. No sé cómo no se han dado cuenta todavía. O quizá no les interese.
Respira hondo. Relájate. Descansa. Buenas noches.
El blog MasticadoresFEM publica hoy mi artículo Feminismos/ 2. Feminismo de la igualdad y feminismo de la diferencia.
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