Cuando unos vulgares estafadores le roban a un Ayuntamiento, como el de Madrid, unos cuantos millones, no se lo roban al alcalde, sino a todos los ciudadanos. Los impuestos se pagan para que el alcalde y sus concejales los gestionen bien y financien con ellos los servicios públicos. Por tanto, la estafa no es al alcalde, sino a los ciudadanos, a los madrileños, esos que tienen una sanidad, una educación, una calidad del aire y una limpieza cada vez peores. La estafa es a los ciudadanos.
No veo que los ciudadanos estafados protesten y pidan a estos pésimos gestores que dimitan para que otros más inteligentes y más honestos organicen las cuentas públicas. Esto puede deberse a tres causas: o los votantes de estos señores piensan igual que ellos, es decir, que están de acuerdo en que les estafen y que no les importaría enriquecerse con los fondos públicos, o no tienen la menor conciencia de lo que está ocurriendo porque ni se enteran ni quieren enterarse, o tienen el odio cegador a los adversarios metidos tan dentro que prefieren empobrecerse antes de que gobierne la izquierda. Mala situación, en todo caso, para los ciudadanos y buena para los de extrema derecha, que ven ciudadanos fácilmente manipulables.
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