Se suele decir que la ópera es el “arte total”, pero en pocas óperas esto es tan evidente como en “El príncipe Igor” (1890) de ALEKSANDR BORODIN. En muchas óperas hay coros y hay ballets. Pero en “El príncipe Igor” las Danzas Polovtsianas son un fragmento que eclipsa al resto de la ópera. Es verdad que su popularidad se debe a la difusión en Europa Occidental por los ballets de Diáguilev, que a partir de 1909 arrasaban en París con Nijinsky y la Pávlova. La danza conectó con los movimientos artísticos de la vanguardia y se convirtió en un icono de la estética fauvista y del art déco.

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