A un hijo.
Fue en esos años en los que mi pecho
quería ser un refugio para tu infinita necesidad,
un consuelo para tus llantos,
un lugar seguro para tu sueño.
Quise hacerte una persona
y te enseñé lo más valioso que tenía:
el respeto a todo,
la libertad ante todo,
la igualdad por encima de todo.
Y el amor.
El amor a la Naturaleza,
a los animales, a las plantas
y, sin que eso faltara nunca,
a las personas, a los amigos
y a los que no lo son:
el amor a todos.
El verano y el otoño pasaron pronto para mí,
casi sin darme cuenta,
mientras tú crecías
y madurabas
y vivías tu propia vida.
Mis días han sido todos para ti
y, ahora que llega el duro invierno,
no te pido nada,
porque no se ama
para que nos paguen lo amado.
Solo quiero que me dejes quererte,
sin molestarte,
como tú quieras que te quiera,
sin ser una carga pesada,
en el lugar en el que tú quieras que esté.
Ni tú eres mío ni yo soy tuyo.
Solo eres el fruto dulce de mi amor.
El viento poderoso de la vida
te depositó un día en mis brazos,
y ese mismo viento me alejará de ti
cuando él quiera.
Mientras tanto, deja que
cada momento de mi vida
sea una ocasión alegre y dichosa
en la que sientas que te quiero.
Buenas noches.