Comparte la alegría. La vida buena
siempre tiene buenas dosis de alegría. Una estupenda manera de
contagiar las ganas de vivir es compartir la alegría. Aunque sea
escasa, aunque creas que no tiene ninguna importancia, no te quedes
sólo tú con tu alegría. Los demás necesitamos también
alegrarnos.
Un ejemplo. Ayer estuvimos en un bar.
En la mesa de al lado, una pareja con tres niños. Todos hablaban, se
reían, comían, bebían. Parecían personas normales, no salvajes a
los que la civilización había abandonado. Me pareció una escena
tan rara, tan poco habitual, que recobré la esperanza en la
humanidad y sentí la alegría de pensar que puede que las cosas
tengan aún arreglo.
Que tengas un buen día.