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Dar las gracias es una forma de estar en la vida, una forma de vivir. Una gracia es un regalo, un don. Se suele usar sobre todo en un contexto religioso, pero no exclusivamente, porque también encontramos el término en el lenguaje común.
Una gracia es un regalo y cualquier cosa que uno vive, o que uno recibe, puede ser interpretada como un regalo. Por ejemplo, conocer a una persona puede ser un regalo de la vida, o descubrir un libro interesante, o, simplemente, que exista un bar en el que un camarero te sirva una cerveza, o que alguien ponga su foto en el blog para conocer algo más de la persona con la que dialoga, o que te muestren una sonrisa, o que te den un beso. Todo puede ser un regalo de la vida (Gracias a la vida, que me ha dado tanto... cantaba la gran Violeta Parra).
¿Qué significa, entonces, dar las gracias cuando a uno le regalan algo? Significa reconocer que lo que uno encuentra es realmente un regalo de la vida y, al mismo tiempo, desear al que te lo da que él encuentre también algún regalo en su vida, o muchos (muchas gracias). Es un reconocimiento mutuo.
Dar las gracias y vivir la vida como una gracia es intentar crear un mundo en donde haya, no la cortesía mecánica y vacía de las llamadas normas de educación, sino un estilo humano de vida en donde lo que se note sea la generosidad, la amabilidad, la disponibilidad, la poca chulería y todo lo que contribuye a crear una sociedad sana y deseable. Todo ello vivido sabiendo lo que uno hace y por qué lo hace.
En el mismo sentido cabe interpretar que una persona tenga gracia. Yo, por ejemplo, no la tengo. Yo tengo otras cosas, pero gracia, no. Yo puedo decir un texto, un chiste, por ejemplo, y dormir a cualquiera. Alguien con gracia puede decir lo mismo, pero añadiéndole algo más, un plus, un regalo que puede provocar la risa. Esa persona tiene gracia porque con el texto te regala algo más.
Así que muchas gracias por todo.