jueves, 6 de febrero de 2025

Un animal raro

 



La pregunta que no debe dejar de hacerse un ser humano nunca, desde el principio hasta el final, es, precisamente, en qué consiste ser un ser humano. El riesgo de no hacérsela es llegar a un estado en el que la vida se vuelve vacía, hay que recurrir a la diversión para sentirse vivo, al ejercicio del poder, aunque sea poco, para creerse estúpidamente que uno es alguien o a la esclavitud de obtener dinero como sea para sentirse superior. O a cualquier otra huida que termina afectando a la salud y a los demás.

Somos un tipo de animal más, un tanto peculiar, sí, pero animal, al fin y al cabo. ¿Alguien ha visto algún animal que renuncie a usar alguna de sus capacidades? Por ejemplo, que teniendo cuatro patas sanas solo use tres de ellas, o que pudiendo usar el rabo para comunicarse con los demás, renuncie a hacerlo. No. El animal usa todo lo que posee para poder ser lo que es y poder vivir más cómodamente.

Pues el ser humano, el animal humano, sí es capaz de renunciar a una de sus mayores capacidades: la de razonar. Como ocurre con todas las capacidades humanas, hay que aprender a usarlas, porque nacemos en un estado de casi completa inutilidad. Y el ser humano, si quiere desarrollarse como tal y llegar a ser un verdadero ser humano, debe aprender a usar la razón, a razonar, a argumentar, a prever las consecuencias de los actos que pretende realizar, a ser coherente, a saber mirar de manera amplia la realidad, a no decir ni hacer disparates. Si no lo hace, renuncia a su humanidad, a lo que es, y queda reducido a la condición de animal; raro, pero animal.

Esto me gustaría decírselo a todos los trumps del mundo, pero te lo digo a ti, por si te sirve. Y me lo digo y me lo pregunto yo cada día: ¿en qué consiste ser un ser humano?


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