Dejemos
de lado por hoy las palabras de origen norteafricano. Con los árabes
algunos musulmanes de origen norteafricano trajeron a España
palabras marroquíes o bereberes. Zapato,
por ejemplo, no es exactamente árabe, sino de la lengua del Magreb
(aunque su origen es muy discutido y confuso). Argán,
ese aceite tan usado en cosmética, es una palabra berebere, el
nombre del árbol, que es incluso patrimonio de la UNESCO.
Hoy
quiero referirme, y este es el significado de africanismo,
a las palabras que llevaron los esclavos negros capturados en África
y transportados a las colonias americanas, donde entraron en contacto
con el español. Muchas han sido incorporadas al Diccionario y forman
parte de nuestro vocabulario común. El origen de los esclavos era
mayoritariamente el Golfo de Guinea, la zona de las etnias bantúes,
y son, la mayoría de los africanismos, originarios de las lenguas de
esta zona, yoruba,
kimbundo
y kikongo.
La estrategia era separar a estos esclavos, mezclarlos con los de
distintas lenguas, para dificultar su comunicación, y no conservaron
sus lenguas, solo palabras aisladas que por azar pasaron al español.
La zona donde están documentadas estas palabras es mayoritariamente
el Caribe: Puerto Rico, Santo Domingo o Cuba, pero también Río de
la Plata o Brasil.
Ñame
es el nombre de la planta, también llevada de África.
Banana
fue el nombre que recibió el plátano, llevado de Canarias a las
Antillas en el s. XVI. Sobre Macondo, escenario de "Cien años
de soledad", García Márquez declaró que era el nombre de una
hacienda que él conoció, donde se cultivaban plátanos; y hay
investigadores que han constatado que macondo
era el nombre que algunos esclavos daban al plátano.
Chimpancé
entró del francés al español, macaco
desde el portugués, pero ambas son de origen africano. Caimán
puede ser de origen caribeño, pero desde el s. XVII algunos
defienden su origen africano.
Hay
muchas palabras del mundo musical: bachata,
milonga (en
kimbundo significa palabra), conga
(está relacionada con
el nombre Congo), tango
(hay muchas teorías,
pero todo apunta a que es de origen africano, significó lugar de
encuentro, y después lugar donde se juntaban los negros a bailar),
samba (que,
sin embargo, cuenta con defensores de su origen español, de
zambapalo, el que bailaba como si se hubiera zampado un palo, palabra
usada por Quevedo), rumba,
merengue,
cumbia,
mambo,
pachanga,
bongo,
marimba
e incluso funk
(que en kikongo significa olor corporal, y evoluciona a auténtico,
fundamental, y así lo incorpora el jazz a su vocabulario). Boogie
woogie,
del bantú mbuki-mvuki,
desnudarse para bailar mejor, apareció en el Sur de EEUU. Con
disquisiciones particulares de cada palabra, todas son africanismos o
pueden serlo.
Zombi,
vudú,
mucama,
tanga
(taparrabos en kimbundo), cachimba
son africanismos sin duda alguna.
Quilombo,
usada en el cono Sur con el significado de gresca, alboroto, en
kimbundo significa fuerte y guerrero, y está ligada a los esclavos
fugitivos que en la selva se organizaban en fuertes.
Chévere,
probablemente de origen africano, significaba excelente en el
lenguaje ritual de una sociedad secreta, la Abakúa, que luchaba
contra la esclavitud.
Ñu,
okapi,
impala
(zulú), mamba,
safari
(swahili), el cola
de Cocacola (mandinga), el término mandinga,
tse-tse,
dengue
son africanismos llegados por distintos cauces, a veces no el de los
esclavos negros.
En
fin, animo a mirar a los africanos que encontramos a diario,
reflexionar sobre el vergonzoso trato que el hombre blanco les ha
dado y pensar que muchas palabras que usamos son suyas, son
originarias de sus lenguas, y que las lenguas, aceptando vocablos
emigrantes, a veces son más hospitalarias que las propias sociedades
humanas.
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