Tal día como hoy de 1863 Rosalía de Castro publicó Cantares galegos.
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El problema fundamental de la vida es un problema ético. ¿Cómo actuar hoy para crear un mundo más humano? ¿Cómo actuar de manera humana para crear un mundo mejor?
Iba yo a comprar el pan cuando una señora, de mediana edad y que resultó ser de la Edad Media, aguantaba desde dentro la puerta de entrada a la panadería, como si en algún momento fuera a salir. Vio que yo quería entrar y soltó la manija, pero no se quitó de la puerta, por lo que me fue un poco difícil acceder al interior. Ya dentro pude oír que le estaba contando al panadero que en Europa las cosas iban muy bien, pero que, en cambio, aquí en España no hacíamos otra cosa que pagar impuestos. Como la afirmación me pareció propia de una persona mal informada (no sé qué haría si viviera en los países nórdicos) y tendenciosa, le dije:
-Perdone, señora, ¿prefiere usted no pagar ni un euro de impuestos, pero renunciando a tener sanidad pública gratuita, educación pública gratuita, a pasar con su coche por toda carretera que esté asfaltada, a transitar de noche por cualquier calle que esté iluminada, a usar el agua del grifo o la electricidad, a comprar cualquier cosa, a poder tirar la basura al contenedor, a todas las mejoras que se hagan en su ciudad y a tener una pensión cuando se jubile?
La señora me miró con unos ojillos que se le querían salir de sus órbitas, apretó las mandíbulas, con los labios puso cara de asco o de odio, no sé, salió de la panadería y se despidió dando un sonoro portazo.
Me quedé sin saber si en realidad quería pagar impuestos o no.
Observo sorprendido e incrédulo la existencia de personas que van por la vida sin darse cuenta de la presencia, creciente y por doquier, de los tontos obstinados, de los gilipollas. Van vestidos de personas normales, pero llevan su sello en la cara, en sus gestos, en sus actos y en su presencia.
(La fotografía que añado es del inteligente y ameno libro de Carlo M. Cipolla, Allegro ma non troppo, en donde se habla con mucha claridad y amenidad del tema).
Escucha.
Es la forma más cercana que tienes de aprender, de ser más, de humanizarte.
Es la manera más respetuosa de relacionarte con los demás.
Escucha al otro, a los otros.
Son tan seres humanos como tú, y si te hablan con el respeto propio de los seres humanos, debes escucharlos.
Plantéate si debes escuchar a quienes militan en la ignorancia,
a quienes quieren imponer la mentira,
a quienes juzgan a los demás sin conocer sus circunstancias,
a quienes no razonan lo que afirman y van pidiendo que creas en sus palabras huecas,
a quienes piensan, hablan y actúan como si no hubiera nadie más que ellos en el mundo,
a quienes ponen el yo muy por encima del todos,
a quienes no quieren la paz real, sino su propia tranquilidad y la de su tribu,
a quienes odian y promueven el odio y nada más que el odio.
A todos estos, que solo van a lo suyo, si es que los escuchas, te sugiero que no les hagas caso.
En cambio, escucha atentamente a quienes dan muestras evidentes de buena voluntad,
a quienes promueven un mundo mejor para todos,
a quienes hablan de igualdad, de libertad, de justicia,
a quienes hablan desde la pobreza, desde la impotencia, desde el lado bajo de la desigualdad,
a quienes no defienden sus intereses particulares,
a quienes quieren dialogar y no imponer sus criterios a los demás,
a quienes no te parezcan más listillos, sino más inteligentes que tú,
a quienes hayan dado muestras de generosidad, de nobleza, de comprensión,
a quienes dan más de lo que piden,
a quienes ofrecen esperanza,
a quienes son víctimas de la discriminación, de la desigualdad, de la exclusión, del abuso, de la explotación y de la deshumanización.
Ellos sí tienen algo que decirte, aunque no pronuncien palabra alguna.
Hay una sordera voluntaria que va aumentando por todas partes.
Esto hace crecer el grito, el gesto aparatoso, la expresión exagerada, pero va muriendo en silencio la palabra sosegada, el diálogo tranquilo, la conversación llena, la relación rica y la escucha.
Si hay una persona importante, indispensable, en la vida de cualquier ser humano, esa persona es la madre. Por eso, con cariño, le deseo a todas las madres que lean esto un día y una vida llenos de buenos momentos, de alegría y de amor.
Aunque el origen de este Día de la Madre es comercial, creo que conviene, como en cualquier “Día”, reflexionar un poco sobre en qué consiste ser madre y si hay que prepararse o no para ser madres.
Ya ha nacido el bebé. Es un ser humano pequeñito, encantador y absolutamente necesitado de cariño y de atenciones, sin las que sería imposible que viviera. Yo, si fuera madre o quisiera serlo, me plantearía algunas preguntas. Por ejemplo, lo tengo que educar, porque todos nacemos “en bruto” y tenemos que aprender y acostumbrarnos a vivir en sociedad como seres humanos. Y eso ¿cómo se hace? ¿de cualquier manera? ¿lo hacen ellos solos? ¿hay que conocer cómo evolucionan los niños para poder tratarlos adecuadamente en cada momento? ¿hago yo con mi hijo lo mismo que hizo mi madre conmigo hace ya unos cuantos años? ¿lo acostumbro a razonar o le dejo hacer lo que le apetezca? ¿le hago ver desde pequeño que todos somos iguales y que no hay que discriminar a las chicas o creerse superior a ellas? ¿les regalo muñecas a las niñas y camiones a los niños? ¿los visto de rosa y azul? ¿le acostumbro a creer que ser libres es hacer lo que a cada uno le dé la gana o que consiste en ser capaz de hacer lo que en cada momento “debe” hacer? ¿lo llevo a la iglesia para que lo adoctrinen allí o espero a que sea mayor y que vaya él o ella si quieren? ¿lo llevo a una escuela en la que le hablen de la realidad o solo de una parte de la realidad? ¿cuido su sensibilidad? ¿le muestro valores positivos, humanos, que crean un mundo mejor, o dejo que haga lo que quiera? ¿leo para que lea o estoy todo el día con el móvil para que luego lo estén él o ella también? En fin, que ojalá el día de hoy transcurra en un intercambio alegre de amor entre madres, hijos e hijas, pero que en algún momento de algún día, hagamos el muy humano acto de racionalizar lo que hacemos.
A ningún centro comercial se le va a ocurrir crear el “Día de los hijos”, porque no les sería rentable. Pero los hijos también deberían razonar sobre cuál es su papel y su actitud en su relación con una persona que les dio la vida y el amor necesario para sobrevivir.
Tal día como hoy de 1862 murió Henry Thoreau, autor de Caminar.
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Tal día como hoy de 1939 nació Amos Oz, autor de No digas noche.
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Tal día como hoy de 1857 murió Alfred de Musset, autor de Poésíes.
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Acabo de ver otra vez, por puro gusto, la película Sevillanas, del gran Carlos Saura. Han sido un gozo y una alegría enormes, pero con ese puntito trágico -no lo puedo remediar- que me da el comprobar que muchos de los que aparecen en ella se han muerto ya. La película es del año 1992, pero quienes cantan y bailan están muy vivos en el recuerdo, por lo menos en el mío. Afortunadamente, la presencia ineludible de la muerte en la vida me da ganas de vivir, me hace urgente la vida, me empuja a hacer lo que tengo que hacer. Lo que no haga hoy ya no lo haré, aunque lo haga otro día, pero ese día que lo haga dejaré de hacer lo que le correspondería, para ocuparme de lo que no hice hoy. Hay que vivir. Hay que hartarse de vivir. A mí me sale decir que hay que jartarse de vivir.
Una vez creados los géneros, las personas tienden a identificarse con alguno de ellos. Hoy se admite que sexo y género son independientes, aunque la sociedad tradicional no esté de acuerdo con ello. Surgen así diferentes maneras de identificarse: masculina, femenina, trans, andrógina, neutra, bigénero, intergénero, etc., que son las diversas identidades de género.
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Tal día como hoy de nació Konstantinos Kavafis en 1863, y murió en 1933. Es autor de la obra Poesías Completas.
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Las cosas, simplificando mucho, están formadas por partículas elementales que se agrupan en otras más complejas. Estas, a su vez, se asocian de muchas maneras dando lugar a todo lo que constituye la realidad. De forma parecida, la vida está compuesta de momentos que generan vivencias, y de estas, entretejidas unas con otras, surge la vida.
Hemos venido a vivir la vida. Me parece que esto hay que hacerlo siendo conscientes de lo que se vive. La vida merece ser vivida intensamente, pero pronto hay que tener presente lo que se ha vivido o lo que se está viviendo. Sin conciencia, la vida pasará por uno, pero no nos daremos cuenta. La vida, además de vivirla conscientemente, hay que llenarla de valores positivos, de humanidad, y vaciarla de toda la escoria que entre todos vamos generando. Creo que se trata de que en cada momento y en cada vivencia, rechacemos los miedos, que generan odios, el asco que nos va creciendo en la mente al observar tantas cosas, el resentimiento que puede producirnos las dificultades de la vida. Y el sitio que dejen libre estas desgracias, en cada momento y en cada vivencia, hay que llenarlo, siempre que se pueda, de generosidad, de comprensión, de positividad, de solidaridad, de alegría, de amor. No se trata de que uno pueda cambiar el mundo ni de que pueda amar a toda la humanidad, pero sí de que lo que aportemos a este mundo, del que debemos formar parte activa, sea algo que nos haga mejores, a uno mismo y a los otros.
Creo que no debemos echar el ancla nunca. No debemos pararnos, ni creer que ya hemos llegado a ninguna meta. Habría que irse de este mundo andando, avanzando por el camino, habiendo progresado todo lo posible. Pararnos, sentarnos y ver pasar la vida por delante es como morir en vida. Hay que moverse y andar, pero siempre hacia adelante. Y con todos los que se pueda.