miércoles, 1 de abril de 2009

Francia / 2




Las fotografías son muy malas, pero la idea que muestran es buena. En los ferrocarriles franceses se encuentran, dentro del coche, la primera, y en la plataforma entre los coches, la segunda. Indican los lugares de uso de los teléfonos móviles para no molestar a los viajeros.

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martes, 31 de marzo de 2009

Francia / 1


La foto se podía haber preparado más, pero se tomó de manera casi espontánea en Burdeos. El banco estaba entre la catedral de san Andrés y la torre de Pey Berland. Era un foco de atención incluso desde lejos.
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martes, 24 de marzo de 2009

Fotografxs / 8 / Abbas



































Abbas Attar, nacido en 1944, es un fotógrafo iraní. En la actualidad vive en París. Desde 1985 pertenece a la gran agencia Magnum, creada, entre otros, por Cartier Breson y Robert Capa.

Como partícipe del espíritu de esta agencia, a Abbas no le basta una cámara y unos ojos. Necesita una mirada, detrás de la cual late una conciencia política que le lleva a elegir los elementos de la fotografía para reflejar la vida del ser humano. Abbas huye de lo artificioso y nos muestra siempre unas imágenes directas y claras.

Su trabajo abarca reportajes sobre conflictos políticos y sociales. También se ha dedicado al mundo de las religiones. Dos de sus libros más famosos tratan sobre este asunto. Son Allah o Akbar, voyages dans l’islam militant (1994) y Voyage en Chrétientés, La Martinière, 2000. Actualmente trabaja sobre el paganismo.
Puedes ver más fotografías de Abbas en la página de la agencia Magnum.
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lunes, 23 de marzo de 2009

El salvaje urbano / 2


El 21 de febrero de 2009 Luis Ruiz Ávila publicaba en el diario El País una carta al director tutulada Teléfonos en el AVE. El texto, amargo y realista, era el siguiente:

Soy viajero frecuente del AVE Barcelona-Madrid y ahora mismo estoy lanzado a 300
kilómetros por hora rodeado de tres individuos vociferantes que despachan por teléfono, sin pudor alguno, temas del niño, de la abuela, de Jordi y hasta del cliente que no paga o el jefe que es un inepto. Encadenan temas banales y trascendentes, y tienen además el timbre del teléfono puesto en modo ring y volumen máximo, ya que, entre unos y otros, si lo tuvieran más bajo no se enterarían de la llamada.

En fin, que estoy harto. Harto de esa falta de respeto generalizada, harto de despertarme sobresaltado por melodías variopintas, harto de enterarme de los problemas de los demás.

Pero lo que más me cabrea no es la mala educación. Lo que más me cabrea es que yo sea incapaz de levantarme de mi asiento y decirle a mi vecino del 11-A que haga el
favor de ir a hablar al rellano del vagón, sabiendo que me ampara la razón y la cordura.

Estoy enfadado, pero no con el mundo, sino conmigo mismo y mis estúpidas represiones sociales y cobardía que hacen que a lo único que puedo aspirar es a escribir esta queja al diario con la vaga esperanza de verla publicada, y que si alguien la lee y la comparte sea capaz, él o ella sí, de levantarse del asiento y decirle al del 11- A que nos respete a todos los demás.

Desde el AVE, volviendo a Barcelona a las 22.30.

Quiero mostrar aquí mi comprensión y mi solidaridad con el señor Ruiz Ávila. Creo que cualquiera con un poco de sensibilidad social, de educación, de sentido común y dotado de un mínimo de formación moral entiende que estos comportamientos son propios de los salvajes urbanos que crecen como hongos por todas partes. La TV, los personajes públicos -unos más que otros, es verdad-, el 'todo vale', la chabacanería cultural dominante, el despiste de los profesores, el individualismo atroz, la ausencia de los padres como educadores de sus hijos, el desprestigio del saber y tantas otras cosas han destrozado la ética. Encontrar hoy un grupo de seres que, no sólo por su aspecto exterior, sino por su actuación, puedan ser fácilmente calificados como humanos es tarea cada vez más complicada.

Y no sólo es lo que con tanta razón denuncia el Sr. Ruiz Ávila. Es que vayas donde vayas te encuentras el tipo molesto, grosero, hortera y bravucón que te va imponiendo sus caprichos mediocres, los quieras o no los quieras. Creo que ya conté aquí lo desagradable que fue un día que volvía a Madrid en el Altaria y, al tomar un tren de cercanías hasta casa, tuve que soportar en el mismo vagón la guerra de dos individuos con la música de sus teléfonos móviles funcionando sin auriculares, echando al aire a todo volumen, uno hip hop y el otro rock. O el volumen al que habla cada vez más gente en un simple autobús, sin el menor reparo en ir contando a gritos sus intimidades, como si sus vidas mediocres le interesaran a alguien.

La contaminación sonora es fruto de la contaminación mental. El salvaje urbano sigue avanzando. ¿Cómo se para esto?
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domingo, 22 de marzo de 2009

sábado, 21 de marzo de 2009

Limpiando la mesa / 6 / Vacío



Un gran fotógrafo, del que he puesto algunas fotografías en este blog, se preguntaba en una ocasión “¿No es precisamente el fotógrafo quien “escribe con la luz”?”. Sin duda que esto es así, pero también lo es que hay algunos escritores que fotografían la realidad con la palabra. Entre ellos destaca, en mi opinión, como un maestro Manuel Vicent. Porque no se trata sólo de ofrecer una visión certera de la realidad, de la visible y de la que se esconde tras la apariencia cotidiana, sino también de hacerlo con los juegos de lenguaje apropiados para que aparezca el arte.
Un ejemplo de los muchos que ofrece este escritor es el que aparecía en la última página de El País del domingo 22 de febrero de 2008. Lo pongo aquí para que goces con su lectura. Su título es “Vacío”.

Montó en el coche de 16 válvulas y primero se palpó los genitales para comprobar que seguían en su sitio, luego acarició el salpicadero para estimularlo como se hace con los caballos, estiró la yugular con un gesto de halcón, puso en marcha el motor y finalmente el tipo arrancó encabritado para convertir la máquina en un arma. Tumbó la aguja a 190 y enseguida montes, valles y sembrados se fundieron con su mente en el cristal del parabrisas. Le bastaba con impulsar un poco la suela del zapato y la máquina obedecía: a cada segundo se tragaba el horizonte con más voracidad. Podía aniquilar a su antojo el tiempo y el espacio, esos dos conceptos estúpidos de la creación; de hecho a 220 por hora el tipo comenzó a sentirse amo del vacío. En plena exaltación decidió hacer un alto en el camino y en cuanto entró en aquel bar de carretera su existencia volvió a llenarse de intrascendentes actos anodinos que pertenecen al resto de los mortales. Bostezó, se rascó una oreja y después de vaciar la vejiga sobre la raja de limón del urinario, escribió el número de su teléfono móvil en la puerta de uno de los retretes. Lo había hecho muchas veces en otros bares de carretera. Mientras tomaba una ración de queso contempló una vitrina repleta de mantecadas, tarros de miel y embutidos de la comarca. Dudó si comprar un chorizo. Ése fue el pensamiento más profundo que tuvo ese día. Miró el reloj. Volvió a montar en el coche, acarició el salpicadero y salió disparado. De nuevo el tiempo y el espacio se constriñeron en un punto, pero ahora el vacío no era distinto de la propia soledad. Si es cierto que un segundo antes de morir se concentra toda la vida en un solo pensamiento, a 220 por hora, antes de ver el camión que se le venía encima, el tipo pensó en el chorizo que estuvo a punto de comprar. Jamás supo si se había salvado del golpe mortal, aunque al llegar a su destino comprobó que los genitales seguían en su sitio. Vivía solo. Su número de teléfono anotado en todos los retretes del camino era su única conexión con el mundo, pero nunca nadie le había llamado. Una vez en casa, el tipo habló con el gato en la cocina y luego se cortó las uñas mirando por la ventana. Como les pasa a muchos, tal vez había muerto y lo ignoraba.
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jueves, 19 de marzo de 2009

Charlize Theron


Charlize Theron nació en Benoni, Sudáfrica, en 1975. Hace unos días estuvo en España promocionando su última película, la dirigida por el mexicano Guillermo Arriaga y titulada Lejos de la tierra quemada.

En el diario El País apareció una entrevista en la que la actriz, que aparece desnuda en el comienzo de la citada película, decía:

No es fácil quitarse la ropa, pero tampoco desnudar el alma. Me cuesta más desnudar mi alma que mi cuerpo.

Un actor o una actriz que vive pendiente de su físico y de su imagen no es un buen profesional, lo importante es hacer buenas películas.

El trabajo de un actor es el de transformarse para dejarse hacer por el director. Es como un lienzo en blanco para el pintor.

En mi país hay demasiadas tradiciones y tabúes con los que hay que romper para poder denunciar sin problemas, entre otras cosas, las violaciones.
La adolescencia de la actriz fue difícil. Su padre, un maltratador, asesinó a su madre cuando Charlize contaba con 16 años de edad. Desde hace una década, la actriz es embajadora de la ONU contra la violencia de género.
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