El diario El País de hoy domingo trae un artículo interesante titulado Cien escritores en español eligen los cien libros que cambiaron su vida. Lo puedes ver en este blog, en la columna de la derecha, en la sección "Lo que está pasando", o pinchando aquí. Que disfrutes.
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El problema fundamental de la vida es un problema ético. ¿Cómo actuar hoy para crear un mundo más humano? ¿Cómo actuar de manera humana para crear un mundo mejor?
domingo, 10 de agosto de 2008
Pesimismo
Generosidad, esfuerzo, sacrificio, solidaridad, elegancia, altruismo, ceder, desinterés, desprendimiento, nobleza, bondad, cuidar, prudencia, civismo, cortesía, ternura, respeto.
Me parecen palabras cada vez menos usadas, conceptos cada vez menos pensados, valores cada vez menos vividos.
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Me parecen palabras cada vez menos usadas, conceptos cada vez menos pensados, valores cada vez menos vividos.
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sábado, 9 de agosto de 2008
El móvil y las Olimpiadas
Acabo de leer en el espléndido blog de Juan Cruz , titulado hoy Un trabajo de chinos, la siguiente expresión relacionada con la ceremonia de inauguración de los Juegos Olímpicos de Pekin 2008:
Lo pongo aquí porque me gustaría aclararme con argumentos sobre si el uso del móvil está justificado en cualquier ocasión o no lo está en algunas. ¿En cuáles? ¿Por qué? ¿Por qué puede resultar insoportable que un atleta desfile en unos Juegos Olímpicos hablando por el móvil?
No sabes lo que me gustaría que me dieras tu opinión. Yo, mientras, lo estoy pensando.
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Me pareció un espectáculo portentoso; me dio igual el desfile, eso no tiene interés ninguno, y a veces incluso me pareció chabacano; no se puede estar desfilando en una ocasión así y hablando por el móvil, eso me parece insoportable.
Lo pongo aquí porque me gustaría aclararme con argumentos sobre si el uso del móvil está justificado en cualquier ocasión o no lo está en algunas. ¿En cuáles? ¿Por qué? ¿Por qué puede resultar insoportable que un atleta desfile en unos Juegos Olímpicos hablando por el móvil?
No sabes lo que me gustaría que me dieras tu opinión. Yo, mientras, lo estoy pensando.
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El móvil y el automóvil
Hay tres maneras de resolver el asunto de si debo o no debo hablar por el teléfono móvil cuando voy conduciendo un automóvil.
Una es la del chulo antropomorfo. (Perdóname, lector, que hable de esta manera, pero no hemos venido a este blog a hacer juegos florales, sino a intentar comprender mejor y más claramente la realidad) Éste es un ser con apariencia humana, pero que no actúa como un ser humano, no llega al umbral de lo humano. Él, sin embargo, se cree superior a los demás y considera que puede hacer lo que le dé la gana, aunque con ello esté poniendo en riesgo la vida de los demás. Por eso su comportamiento es chulesco. Estos tipos consideran que si les apetece, pueden hablar por el móvil y fumar y cambiar de marcha y manejar el volante y saludar y rascarse las narices, todo a la vez, con sólo dos manos y una neurona.
Otra es la del obediente miedoso. Éste lo que hace es cumplir la ley porque tiene un cierto miedo a que lo pillen haciendo lo que no debe y le pongan entonces una multa. Este tipo actúa bien, pero es una especie de ingenio mecánico que hace lo que le dicen, aunque no comprenda nada.
Y la otra es la del ser humano, la del que sabe por qué no hay que usar el móvil cuando se conduce y actúa en consecuencia. Al hacerlo, es consciente de lo que hace, es él el que decide su actuación y no incide negativamente en nadie. Sólo éste me parece a mí que actúa como un ser humano.
Estas son tres maneras de conducir(se) por la vida.
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jueves, 7 de agosto de 2008
Para reir
Esto es una gentileza de Naima y vas a pasar un rato muy bueno si lo ves. Son vídeos para reir un montón. Después de verlos, si quieres, puedes pensar, pero quizás, en este caso, no consigas gran cosa haciéndolo.
http://www.eitb.com/dateelbote/clasicos/1/270039/es/
http://www.eitb.com/dateelbote/clasicos/1/269583/es/
http://www.eitb.com/dateelbote/clasicos/1/270046/es/
http://www.eitb.com/dateelbote/clasicos/1/270052/es/
http://www.eitb.com/dateelbote/clasicos/1/269439/es/
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http://www.eitb.com/dateelbote/clasicos/1/270039/es/
http://www.eitb.com/dateelbote/clasicos/1/269583/es/
http://www.eitb.com/dateelbote/clasicos/1/270046/es/
http://www.eitb.com/dateelbote/clasicos/1/270052/es/
http://www.eitb.com/dateelbote/clasicos/1/269439/es/
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miércoles, 6 de agosto de 2008
Proyecto Género 2
Resumen de la noticia de El País del 6 de agosto de 2008. La noticia entera la puedes leer aquí .
El festival Circuit inunda la ciudad de propuestas de ocio y cultura gay
I. PUNZANO / B. CAZORLA - El País. Barcelona - 06/08/2008
Si Kate Moss viera lo que Roberto Ruiz le ha puesto entre las piernas en sus estampas o bien le daba un pasmo, o bien se partía de risa. Este artista ha creado una serie de fotomontajes en los que la supermodelo se convierte en un híbrido al mezclar partes de su cuerpo con las del actor porno Jack Radcliffe, un icono de los osos, esos gays forzudos y gigantescos que presumen de vello corporal.
Las obras sobre la identidad sexual copan la escena de vanguardia. La capital catalana parece cada día más el arco iris del Mediterráneo. En la memoria de la ciudad brillan pioneros como Ocaña o Nazario. ‘Yo soy XXY’ es una espectacular instalación en rojo de Zazo & Brull. Más allá de la anécdota, y del impacto que provoca contemplar a la supermodelo tan bien dotada, Ruiz plantea en su obra una reflexión sobre la identidad sexual en la que critica la dictadura de los que sólo distinguen entre homosexuales y heterosexuales, sin tener en cuenta el resto de posibilidades del espectro o del arco iris, según se mire. El resultado se puede disfrutar en la exposición Proyecto Género 2, que se inaugura hoy en la galería barcelonesa Espace Ample, cuyo comisario es Franco de Toledo. Para él es una cuestión social.
La muestra forma parte del Festival Circuit (http://www.circuitfestival.net/), un nuevo encuentro de ocio gay que se celebrará en la capital catalana hasta el próximo lunes. Los motores ya se han calentado en alguna fiesta discotequera, como la que animó ayer la pista de la Sala Apolo. Los organizadores del Circuit han querido desmarcarse de lo habitual en otras citas similares. Y han elaborado una programación doble que incluye propuestas pensadas para satisfacer los gustos tanto de gays como de lesbianas. Todos están invitados en nombre del ocio y la cultura. (….)
Barcelona, un agosto orgulloso
El festival Circuit inunda la ciudad de propuestas de ocio y cultura gay
I. PUNZANO / B. CAZORLA - El País. Barcelona - 06/08/2008
Si Kate Moss viera lo que Roberto Ruiz le ha puesto entre las piernas en sus estampas o bien le daba un pasmo, o bien se partía de risa. Este artista ha creado una serie de fotomontajes en los que la supermodelo se convierte en un híbrido al mezclar partes de su cuerpo con las del actor porno Jack Radcliffe, un icono de los osos, esos gays forzudos y gigantescos que presumen de vello corporal.
Las obras sobre la identidad sexual copan la escena de vanguardia. La capital catalana parece cada día más el arco iris del Mediterráneo. En la memoria de la ciudad brillan pioneros como Ocaña o Nazario. ‘Yo soy XXY’ es una espectacular instalación en rojo de Zazo & Brull. Más allá de la anécdota, y del impacto que provoca contemplar a la supermodelo tan bien dotada, Ruiz plantea en su obra una reflexión sobre la identidad sexual en la que critica la dictadura de los que sólo distinguen entre homosexuales y heterosexuales, sin tener en cuenta el resto de posibilidades del espectro o del arco iris, según se mire. El resultado se puede disfrutar en la exposición Proyecto Género 2, que se inaugura hoy en la galería barcelonesa Espace Ample, cuyo comisario es Franco de Toledo. Para él es una cuestión social.
“Lo que nos interesa enseñar es la pluralidad. En la actualidad se dan muchos discursos artísticos alrededor de la reconstrucción del cuerpo y del sexo. Ya no tenemos por qué ser lo que nacemos. Es decir, ahora se reivindica que somos como queremos definirnos y no como aparecemos registrados en nuestro DNI. La exposición pretende explorar todos estos planteamientos desde una perspectiva estética”, apunta De Toledo.
La muestra forma parte del Festival Circuit (http://www.circuitfestival.net/), un nuevo encuentro de ocio gay que se celebrará en la capital catalana hasta el próximo lunes. Los motores ya se han calentado en alguna fiesta discotequera, como la que animó ayer la pista de la Sala Apolo. Los organizadores del Circuit han querido desmarcarse de lo habitual en otras citas similares. Y han elaborado una programación doble que incluye propuestas pensadas para satisfacer los gustos tanto de gays como de lesbianas. Todos están invitados en nombre del ocio y la cultura. (….)
Y entre estas sugerencias sobresale este Proyecto Género 2. Por la calidad de los autores expuestos, entre los que figuran creadoras como Maite Centol, que firma la serie fotográfica Marcar el paso, o Diva, forjada en la misma escena alternativa de Toulouse que vio nacer a estrellas del arte urbano como Miss Van, famosa por sus graffitis protagonizados por coquetas muñequitas mofletudas.
Diva también pintó en sus inicios paredes callejeras, pero más que grafitis eran murales y en vez de ninfas le salían dragones y tigres. Más tarde descubrió que aquella afición tenía mucho que ver con los orígenes vietnamitas de su madre, porque en su país natal esos animales son “sagrados y forman parte de la iconografía religiosa”, según explica la propia Diva.
En la exposición se han incluido algunas fotografías digitales suyas, retocadas con pintura, de una serie titulada Luciérnagas que acaba de presentar en Berlín y en la que las fronteras entre bestia y ser humano, entre hombre y mujer, se difuminan. Junto a la escena local, destaca una buena representación de artistas orientales, como no podía ser de otro modo en estos días de furor preolímpico. No faltan clásicos contemporáneos como Ma Liuming, Li Wei, los Gao Brothers o Cui Xiwen. Si algo queda claro en esta muestra es que las reflexiones artísticas sobre el género son recurrentes en la escena artística underground y de vanguardia española. Sobre todo en el ámbito de los performers, que, ya se sabe, emplean como herramienta básica de trabajo su propio cuerpo. Son, en cierto modo, herederos de una determinada Barcelona. Aquella que venera en su imaginario el legado de provocadores pioneros como el desaparecido Ocaña o el dibujante de cómics Nazario, dos faros que en los últimos años del franquismo escandalizaban a los paseantes de las Ramblas con sus trajes de faralaes y su actitud iconoclasta.
La ambigüedad de aquellos precursores también domina en la pose del personaje que protagoniza la exposición Yo soy XXY, una espectacular instalación teñida de rojo intenso de los diseñadores de moda Xavier Zazo y Clara Brull. Como atractivo añadido, la galería acoge hoy una velada de performances de las que es mejor no desvelar nada para mantener la sorpresa. Los que se ruborizan con facilidad, mejor que se abstengan. Una de las acciones -la que realizará Giovany Páez bajo el título de INRI- tiene como fondo un mural de papel lleno de manchas parduzcas y granates. De Toledo explica eufemísticamente que en ese soporte el artista ha “registrado” este último año todas sus masturbaciones y las menstruaciones de su compañera. Ni siquiera el rebelde Ocaña se habría atrevido a tanto derroche.
Pero no se asusten, para estómagos no tan fuertes, hay de todo en el resto del Circuit: programaciones de cine, una jornada de ocio en un parque acuático y marcha sin parar a ritmo de versiones de Madonna, icono inveterado del colectivo. Lógicamente, la diva popera no pisará el escenario, pero sí Peter Rauhofer, pinchadiscos y remixer de las canciones de la cantante estadounidense. Algo es algo. La música house la pondrá Ultranaté y también ha levantado mucha expectación el aterrizaje del israelí Offer Nissim, conocido por sus sesiones excesivas en las que el espectáculo es, en parte, él mismo. Todo es empezar. Lo demás, como siempre, se reduce a dejarse llevar.
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martes, 5 de agosto de 2008
Lo normal y lo raro
Lo normal en una sociedad humana debería ser lo humano, esto es, lo racional, lo que todos podríamos hacer sin que se produjeran consecuencias no deseadas, lo que produciría progreso útil para todos, lo que generase un bien colectivo, lo que desarrollase el respeto y no la utilización del otro en beneficio propio, lo que estuviera lejos del engaño y de la discriminación.
Lo raro debería ser lo anormal, lo que se produce alguna vez porque esporádicamente ha fallado alguno de los criterios con los que se produce lo normal. Por ejemplo, debería ser raro que alguien engañase, o no respetase a los demás o se aprovechara de los prójimos.
Pues bien, qué tipo de sociedad estaremos construyendo entre todos para que, cada vez más, lo normal parezca raro y, en cambio, lo raro se vea con más frecuencia como normal.
Por si lo anterior ha quedado algo espeso, pensemos en algunos ejemplos. Para un ser humano corriente, contemplar a otro ser humano por las calles de su ciudad metido en un coche lleno de altavoces, desparramando decibelios en cantidades enormes por las ventanillas bajadas, haciéndolo a cualquier hora del día o de la noche, produciendo una contaminación acústica brutal, molestando a cualquiera que tenga la mala suerte de vivir por donde pasa el insensible insensato y poniendo sus sistema nervioso en las peores condiciones para reaccionar ante una emergencia, todo esto le debería parecer raro. Sin embargo, estarás de acuerdo conmigo, lector, que cada vez es más normal.
O el caso del sector servicios, por ejemplo, el de los bares y restaurantes. Conocí a un camarero en Sevilla que decía con su habla graciosa: “Mire usted, aquí estamos para que el cliente salga satisfecho. Y si el cliente sale satisfecho, yo me quedo satisfecho. Y, además, volverá”. Era una actitud que la palabra “servicio” no describe exactamente, pero en la que había una intención de que lo que uno hacía tenía sentido si el que lo recibía quedaba a gusto y se sentía bien tratado. Conozco, afortunadamente, a muchos camareros y a muchos otros profesionales que ejercen sus trabajos con esta actitud. Pero cada vez son más raros. Lo normal se ha vuelto también aquí raro. La mirada con la que me obsequió la otra noche un camarero cuando le llevé al mostrador una botella que me había puesto en la mesa y que estaba caducada venía a decir: “Usted pague lo que yo le diga y haga el favor de no dar la coña”. Esto es lo que me parece a mí que se está entronizando como lo normal, cuando debería ser lo raro.
Como decía el otro día, ya se acerca (I) el triunfo final (II). El nivel de mierda sube y nos va a encontrar desprevenidos.
Lo raro debería ser lo anormal, lo que se produce alguna vez porque esporádicamente ha fallado alguno de los criterios con los que se produce lo normal. Por ejemplo, debería ser raro que alguien engañase, o no respetase a los demás o se aprovechara de los prójimos.
Pues bien, qué tipo de sociedad estaremos construyendo entre todos para que, cada vez más, lo normal parezca raro y, en cambio, lo raro se vea con más frecuencia como normal.
Por si lo anterior ha quedado algo espeso, pensemos en algunos ejemplos. Para un ser humano corriente, contemplar a otro ser humano por las calles de su ciudad metido en un coche lleno de altavoces, desparramando decibelios en cantidades enormes por las ventanillas bajadas, haciéndolo a cualquier hora del día o de la noche, produciendo una contaminación acústica brutal, molestando a cualquiera que tenga la mala suerte de vivir por donde pasa el insensible insensato y poniendo sus sistema nervioso en las peores condiciones para reaccionar ante una emergencia, todo esto le debería parecer raro. Sin embargo, estarás de acuerdo conmigo, lector, que cada vez es más normal.
O el caso del sector servicios, por ejemplo, el de los bares y restaurantes. Conocí a un camarero en Sevilla que decía con su habla graciosa: “Mire usted, aquí estamos para que el cliente salga satisfecho. Y si el cliente sale satisfecho, yo me quedo satisfecho. Y, además, volverá”. Era una actitud que la palabra “servicio” no describe exactamente, pero en la que había una intención de que lo que uno hacía tenía sentido si el que lo recibía quedaba a gusto y se sentía bien tratado. Conozco, afortunadamente, a muchos camareros y a muchos otros profesionales que ejercen sus trabajos con esta actitud. Pero cada vez son más raros. Lo normal se ha vuelto también aquí raro. La mirada con la que me obsequió la otra noche un camarero cuando le llevé al mostrador una botella que me había puesto en la mesa y que estaba caducada venía a decir: “Usted pague lo que yo le diga y haga el favor de no dar la coña”. Esto es lo que me parece a mí que se está entronizando como lo normal, cuando debería ser lo raro.
Como decía el otro día, ya se acerca (I) el triunfo final (II). El nivel de mierda sube y nos va a encontrar desprevenidos.
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¿Por qué? 1
¿Por qué a algunas personas les producen más respeto las creencias, por ejemplo, las religiosas, que las ideologías políticas?
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lunes, 4 de agosto de 2008
Sobre la eutanasia
Pongo aquí el artículo que firma hoy en El País el filósofo Salvador Pániker, presidente de la Asociación Derecho a Morir Dignamente. Creo que tiene un planteamiento muy claro sobre un problema que habría que empezar a tratar en serio para dejarlo convenientemente resuelto cuanto antes.
Una mayoría de españoles cree que morir dignamente es un derecho humano La alternativa es entre una muerte rápida y dulce y otra lenta y dolorosaNo creo que la aprobación de una ley de eutanasia voluntaria, similar a las que ya rigen en Holanda, Bélgica o Luxemburgo, hiciera perder las próximas elecciones generales al Partido Socialista. Al contrario. Un 80% de los españoles, según una reciente encuesta de Metroscopia, está a favor del derecho a la eutanasia activa para los enfermos incurables. Lo cual significa que si todos los partidos políticos permitieran que sus diputados votaran en este tema con libertad de conciencia, la mayoría sería aplastante.
Conviene insistir en algo muy obvio: la eutanasia voluntaria es un derecho humano, un derecho humano de la primera generación de derechos humanos, un derecho de libertad. Es un derecho, no un deber. Pero ya se sabe que el Gobierno socialista no quiere multiplicar sus frentes de batalla con la Iglesia católica. Y ahí es donde pueden ser útiles algunas consideraciones. En primer lugar, conviene recordar que buena parte de los católicos está a favor del derecho a la eutanasia y en contra de las consignas del Vaticano. Como en tantas otras cuestiones (piénsese en el tema del control de la natalidad, sin ir más lejos). En segundo lugar, cabe preguntar: ¿por qué la Iglesia católica -al menos la oficial- se opone tan ferozmente a la eutanasia? La respuesta parece clara: porque si se generaliza la práctica de la eutanasia voluntaria, si se desdramatiza el acto de morir, la Iglesia pierde poder. La Iglesia siempre ha fomentado una teología del terror a la muerte, reservándose para ella el control de las postrimerías. En consecuencia, la Iglesia tolera mal la secularización desdramatizada del morir que supone la eutanasia. (Probablemente, los hombres de la Iglesia “proyectan” su propio terror a la muerte y tratan de exorcizar su ansiedad -y en el fondo su increencia- aferrándose fanáticamente a la doctrina oficial. Las verdades absolutas “protegen”).
Añadamos, de pasada, que la Iglesia siempre ha sido prisionera de su pretendido monopolio teológico de la verdad, lo cual la ha conducido a inmiscuirse en cuestiones que no le competen. Así, por ejemplo, ya san Ambrosio, en el siglo IV, se oponía a los preceptos de la medicina por ser contrarios a la “ciencia celestial” y al poder de la plegaria. Lo mismo pensaba, siglos más tarde, el arrebatado san Bernardo de Claraval. Y hasta el siglo XVI estuvo condenada por la autoridad eclesiástica la disección de cadáveres y el estudio de la anatomía. Y ya a finales del siglo XVIII, el magisterio de las iglesias cristianas se opuso a la vacuna antivariólica porque entendía que la viruela era un castigo divino, y el hombre no debía sustraerse a ese castigo. (Con la misma lógica se prohibió desviar elcurso de los ríos porque ello significaba “corregir la obra de Dios”). Y en el XIX las mismas iglesias se opusieron a la utilización de la anestesia en los partos. Y actualmente se oponen a la investigación con células madre, a la planificación familiar, al uso del preservativo para combatir el sida, etcétera.
Y no olvidemos, claro está, que hasta hace cuatro días la Iglesia condenaba la libertad de conciencia, la libertad de enseñanza, la libertad de reunión, la democracia, el socialismo, el sindicalismo, el liberalismo y los derechos humanos. Lo de la lucha contra la eutanasia no es, por tanto, más que un nuevo episodio dentro de esta costumbre milenaria que tiene la Iglesia de intentar conservar su poder inmiscuyéndose en asuntos que no le incumben.
Salvador Pániker es filósofo y presidente de la Asociación Derecho a Morir Dignamente.
Eutanasia, Iglesia, libertad
SALVADOR PANIKER 04/08/2008
Al doctor Luis Montes
SALVADOR PANIKER 04/08/2008
Al doctor Luis Montes
Una mayoría de españoles cree que morir dignamente es un derecho humano La alternativa es entre una muerte rápida y dulce y otra lenta y dolorosaNo creo que la aprobación de una ley de eutanasia voluntaria, similar a las que ya rigen en Holanda, Bélgica o Luxemburgo, hiciera perder las próximas elecciones generales al Partido Socialista. Al contrario. Un 80% de los españoles, según una reciente encuesta de Metroscopia, está a favor del derecho a la eutanasia activa para los enfermos incurables. Lo cual significa que si todos los partidos políticos permitieran que sus diputados votaran en este tema con libertad de conciencia, la mayoría sería aplastante.
Conviene insistir en algo muy obvio: la eutanasia voluntaria es un derecho humano, un derecho humano de la primera generación de derechos humanos, un derecho de libertad. Es un derecho, no un deber. Pero ya se sabe que el Gobierno socialista no quiere multiplicar sus frentes de batalla con la Iglesia católica. Y ahí es donde pueden ser útiles algunas consideraciones. En primer lugar, conviene recordar que buena parte de los católicos está a favor del derecho a la eutanasia y en contra de las consignas del Vaticano. Como en tantas otras cuestiones (piénsese en el tema del control de la natalidad, sin ir más lejos). En segundo lugar, cabe preguntar: ¿por qué la Iglesia católica -al menos la oficial- se opone tan ferozmente a la eutanasia? La respuesta parece clara: porque si se generaliza la práctica de la eutanasia voluntaria, si se desdramatiza el acto de morir, la Iglesia pierde poder. La Iglesia siempre ha fomentado una teología del terror a la muerte, reservándose para ella el control de las postrimerías. En consecuencia, la Iglesia tolera mal la secularización desdramatizada del morir que supone la eutanasia. (Probablemente, los hombres de la Iglesia “proyectan” su propio terror a la muerte y tratan de exorcizar su ansiedad -y en el fondo su increencia- aferrándose fanáticamente a la doctrina oficial. Las verdades absolutas “protegen”).
Añadamos, de pasada, que la Iglesia siempre ha sido prisionera de su pretendido monopolio teológico de la verdad, lo cual la ha conducido a inmiscuirse en cuestiones que no le competen. Así, por ejemplo, ya san Ambrosio, en el siglo IV, se oponía a los preceptos de la medicina por ser contrarios a la “ciencia celestial” y al poder de la plegaria. Lo mismo pensaba, siglos más tarde, el arrebatado san Bernardo de Claraval. Y hasta el siglo XVI estuvo condenada por la autoridad eclesiástica la disección de cadáveres y el estudio de la anatomía. Y ya a finales del siglo XVIII, el magisterio de las iglesias cristianas se opuso a la vacuna antivariólica porque entendía que la viruela era un castigo divino, y el hombre no debía sustraerse a ese castigo. (Con la misma lógica se prohibió desviar elcurso de los ríos porque ello significaba “corregir la obra de Dios”). Y en el XIX las mismas iglesias se opusieron a la utilización de la anestesia en los partos. Y actualmente se oponen a la investigación con células madre, a la planificación familiar, al uso del preservativo para combatir el sida, etcétera.
Y no olvidemos, claro está, que hasta hace cuatro días la Iglesia condenaba la libertad de conciencia, la libertad de enseñanza, la libertad de reunión, la democracia, el socialismo, el sindicalismo, el liberalismo y los derechos humanos. Lo de la lucha contra la eutanasia no es, por tanto, más que un nuevo episodio dentro de esta costumbre milenaria que tiene la Iglesia de intentar conservar su poder inmiscuyéndose en asuntos que no le incumben.
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En España, la Ley General de Sanidad de 1986 (siendo ministro Ernest Lluch) reconoce ya los “derechos del enfermo” y preconiza la práctica del “consentimiento informado”. (Esta normativa fue actualizada en noviembre de 2002 con una Ley de Autonomía del Paciente). Por otra parte, desde noviembre de l995, tenemos un nuevo Código Penal en el que de hecho se despenaliza la eutanasia pasiva y se rebajan sustancialmente las penas a quienes ayuden a morir a otra persona, por la petición expresa de ésta, en el caso de que la víctima sufriera una enfermedad grave que condujera necesariamente a su muerte, o que produjera “graves padecimientos permanentes y difíciles de soportar” (artículo 143).
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Ahora bien, una nueva ley debería contemplar no sólo la despenalización de la eutanasia pasiva sino la de la activa. Y no sólo el caso de los enfermos terminales, sino también el de los crónicos. Recordemos que el más célebre y lúcido caso de defensa del derecho a la eutanasia fue en España el de un enfermo crónico y no terminal. Me refiero al tetrapléjico gallego Ramón Sampedro, de cuyo suicidio (médicamente no asistido) se cumplieron hace poco 10 años.
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Ello es que la Ley de Autonomía del Paciente, conducida hasta su límite, aboca al derecho de cada persona a decidir libre y racionalmente cuando quiere terminar con su vida, se encuentre o no en situación de enfermedad terminal. No es un tema nuevo. Ya el viejo emperador Marco Aurelio escribió que “una de las funciones más nobles de la razón es la de saber cuándo ha llegado el momento de abandonar este mundo”. Y Montaigne: “Cuanto más voluntaria la muerte, más bella”. También en la famosa Utopía de Tomás Moro -un hombre, no se olvide, canonizado por la Iglesia católica- había un lugar para la eutanasia.
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El caso es que conviene entender de una vez -en contra de las voces demagógicas que plantean la cuestión en blanco y negro- que, en las situaciones de eutanasia activa, la alternativa no es entre vida y muerte, sino entre dos clases de muerte: una rápida y dulce, y otra lenta y degradante. Por otra parte, allí donde hay transparencia informativa -casos de Bélgica y Holanda- es donde menos abusos se producen. No hay ninguna evidencia de que en Holanda hayan aumentado las eutanasias involuntarias; más bien al contrario. (De hecho, en Holanda está completamente protegida la vida: hay penas de hasta 12 años de cárcel para quien practique la eutanasia sin el consentimiento del enfermo). Lo que sí existe en Holanda es una total transparencia informativa y muchísimos más controles legales que en otros países -donde sí es habitual la eutanasia clandestina-.
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Por todo lo expuesto, a uno le parece laudable que en el último congreso del PSOE se haya aprobado al fin un texto titulado Derecho a una muerte digna, en el que, aparte de recomendar los cuidados paliativos (bienvenidos sean), se propugna un debate sobre la regulación legal del “derecho de los pacientes afectados por determinadas enfermedades terminales o invalidantes a obtener ayuda para poner fin a su vida”. (Subrayo lo de invalidantes porque deja la puerta abierta a los casos, antes mencionados, de enfermos crónicos). En fin, está claro, a mi juicio, que la sociedad española está madura para una ley de eutanasia voluntaria, y que la propia Iglesia católica no perdería nada reconsiderando sus presupuestos teológicos. La Iglesia debería comprender que oponerse a la eutanasia voluntaria equivale a estar en contra de la libertad y en favor de la tortura.
Salvador Pániker es filósofo y presidente de la Asociación Derecho a Morir Dignamente.
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domingo, 3 de agosto de 2008
Llegan las coplas del 13 de agosto
Cuando era pequeño, en los Carnavales, me gustaba ir a escuchar cantar a las chirigotas, que ponían en solfa a cualquier personaje o a cualquier suceso que hubiera ocurrido. Luego, procuraba hacerme con unos libretos que vendían y en los que figuraban las letras de lo que cantaban. Esos libretos se conocían como “las coplas” y así eran pregonados por alguno de los chirigoteros.
En las coplas aparecía el mundo de cada chirigota, su peculiar visión de la realidad, el resumen de su interpretación de la vida, lo principal de lo que había pasado aquel año.
Hoy me imagino mi biografía como una larga retahíla de coplas, hincadas una detrás de otra en la arena lisa de la playa, como si estuvieran archivadas y formaran una línea recta y horrorosamente larga que, en mi caso, comenzó un 13 de agosto.
Te pones de frente a la hilera de coplas y sólo ves la del último día, el presente. Pero si tuerces un poco la cabeza y miras de reojo, ves los lomos de los libretos, los recuerdos de los días, y observas tantos que sientes una cierta satisfacción por todas las vivencias encerradas allí. Después, si vas tomando distancia y te vas separando de la larga cinta de coplas, compruebas cómo cada uno de los libretos se va confundiendo con el siguiente y terminan configurando una línea uniforme que posiblemente acabe en una lejanía brutal. Y cuando esto ocurre, tantas coplas juntas pierden su carácter festivo y se convierten en un principio de tragedia que no anuncia ningún final feliz.
Durante muchos años nos hemos consolado contando las coplas, agrupando los libretos en años y numerándolos. Dichosa manía la de contar, la de reducir la vida a cifras, como si unos dígitos fueran lo más representativo de la existencia. La funesta manía de pesar y de medir, una vez más, intentando sustituir a la vida.
No es lo mismo un año que la vida vivida o malvivida o gozada o maltratada en un año. Ni es lo mismo tampoco que lo que se ha aprendido o se ha crecido en ese tiempo.
Dentro poco vendrá el día 13 y con él otra vez el maldito número siguiente a intentar que el fin de la vida me marque otro gol, a procurar convencerme de que no todos los días son iguales, de que algunos de ellos, como los indicadores de los kilómetros en las carreteras, son hasta de otro color. Pero yo sé que un día es igual que el siguiente porque ambos, y todos, hay que conquistarlos y vivirlos y llenarlos, sea cual sea el numerito con el que vengan a cuestas.
Procuraré ese día sentarme delante del último libreto y escribir la copla correspondiente al día, intentando, como siempre, que el resultado sea lo más satisfactorio posible.
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En las coplas aparecía el mundo de cada chirigota, su peculiar visión de la realidad, el resumen de su interpretación de la vida, lo principal de lo que había pasado aquel año.
Hoy me imagino mi biografía como una larga retahíla de coplas, hincadas una detrás de otra en la arena lisa de la playa, como si estuvieran archivadas y formaran una línea recta y horrorosamente larga que, en mi caso, comenzó un 13 de agosto.
Te pones de frente a la hilera de coplas y sólo ves la del último día, el presente. Pero si tuerces un poco la cabeza y miras de reojo, ves los lomos de los libretos, los recuerdos de los días, y observas tantos que sientes una cierta satisfacción por todas las vivencias encerradas allí. Después, si vas tomando distancia y te vas separando de la larga cinta de coplas, compruebas cómo cada uno de los libretos se va confundiendo con el siguiente y terminan configurando una línea uniforme que posiblemente acabe en una lejanía brutal. Y cuando esto ocurre, tantas coplas juntas pierden su carácter festivo y se convierten en un principio de tragedia que no anuncia ningún final feliz.
Durante muchos años nos hemos consolado contando las coplas, agrupando los libretos en años y numerándolos. Dichosa manía la de contar, la de reducir la vida a cifras, como si unos dígitos fueran lo más representativo de la existencia. La funesta manía de pesar y de medir, una vez más, intentando sustituir a la vida.
No es lo mismo un año que la vida vivida o malvivida o gozada o maltratada en un año. Ni es lo mismo tampoco que lo que se ha aprendido o se ha crecido en ese tiempo.
Dentro poco vendrá el día 13 y con él otra vez el maldito número siguiente a intentar que el fin de la vida me marque otro gol, a procurar convencerme de que no todos los días son iguales, de que algunos de ellos, como los indicadores de los kilómetros en las carreteras, son hasta de otro color. Pero yo sé que un día es igual que el siguiente porque ambos, y todos, hay que conquistarlos y vivirlos y llenarlos, sea cual sea el numerito con el que vengan a cuestas.
Procuraré ese día sentarme delante del último libreto y escribir la copla correspondiente al día, intentando, como siempre, que el resultado sea lo más satisfactorio posible.
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