La paciencia es cara. Cara de costosa y
cara de querida. Está ausente siempre que se necesita. Se
resquebraja en cuando una adversidad, por pequeña que sea,
sobreviene. Unas palabras sabias o cariñosas la pueden restaurar,
pero tampoco suele durar demasiado el arreglo. Mirar para otro lado
no es un mal sustitutivo, pero tampoco dura lo suficiente el artificio.
Sólo queda dormir. Dormir. Apliquemos el rito y durmamos. Buenas
noches.
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