Ayer tuve el mal gusto de ver y oír
parte de la intervención de la ministra de Empleo en el Senado y las
de los miembros de los grupos parlamentarios. Nada vamos a descubrir
sobre la ineptitud de esta ministra, salvo la naturalidad con la que
quiere hacernos ver que su rudimentaria, ñoña y etérea visión de
la realidad es la normal y la que deberían tener todos los
ciudadanos. Allá quien la crea, que ya lo pagará.
Lo que me llamó la atención fueron
los gestos de los parlamentarios, las caras que mostraban cuando
hablaban. Los había que leían -leían mal- con cara de estar
recitando la lista de los reyes godos. No me los imaginaba
resolviendo ningún problema. Los de la izquierda hablaban de lo que
pasaba en la calle y reclamaban un acuerdo para intentar resolver los
problemas de la sociedad. Lo hacían con un tono de preocupación que
reflejaban en sus actitudes. Pero me llamó la atención, sobre todo,
el rostro de una de las portavoces del PP. Parecía que su tema de
análisis no eran los 6 millones de parados, sino los socialistas.
Parecía que lo que no quería de ninguna de las maneras es que
pudieran gobernar los socialistas, a los que descalificaba
constantemente echándoles encima las culpas de todo lo que se le
ocurría. Sus gestos los he visto antes en gente presa de fanatismos
religiosos. Hablaba con los ojos entreabiertos, con movimientos de
manos que querían mostrar superioridad, evidencia y exclusividad,
con movimientos de cara que culpabilizaban de todo a unos adversarios
y con un juego de labios curvos, de comisuras caídas y de arqueo en
la parte superior, que lo que revelaba era odio. Estamos en manos de
gente que odia a sus adversarios políticos y que es insensible al
sufrimiento de los ciudadanos. ¿Qué tipo de sociedad estaremos
generando para que esto ocurra y no se ponga el grito en la calle? Mi
deseo para hoy es que seas consciente de esto que te digo, que
intentes comprobarlo, a ver si lo corroboras o no, y que pienses
también en otra cosa que sea más agradable. Que sea un buen día,
dentro de lo posible y de lo imposible.
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