Tal día como hoy de 1831 murió Maria Agata Szymanowska.
Tienes más información aquí.
El problema fundamental de la vida es un problema ético. ¿Cómo actuar hoy para crear un mundo más humano? ¿Cómo actuar de manera humana para crear un mundo mejor?
Puedes plantear perfectamente la batalla, incluso puedes ganarla y luego puedes terminar ganando la guerra, pero eso no significa que después de cada una de esas victorias venga el descanso ni tampoco la paz. Lo que uno no quiere son guerras, ni batallas, ni planteamientos bien hechos para ganar a ningún enemigo. Ni siquiera tener que estar defendiéndote a cada momento de invasiones, injerencias, mentiras o maltratos. Uno quiere descansar. Uno quiere el sosiego. Uno quiere la tranquilidad. Uno quiere la sonrisa permanente en los labios. Creo que todo eso se incluye en la expresión “Descansa en paz”, solo que los muertos ni se cansan ni descansan, ni pelean en batallas ni ganan ni pierden guerras. Simplemente, ya no son. Mientras se es, es imposible el descanso.
Son las que más han sufrido y sufren el impacto de la pandemia: ¿qué consecuencias tiene para la infancia?
Artículo publicado en El País, que puedes leer aquí.
23 de julio de 2015
"Si no escuchamos la versión del otro, del adversario, incluso del derrotado, nosotros también perdemos: el rumbo y el humanismo" dice Irene Vallejo es este artículo publicado en El País y titulado Visión de los vencidos.
Puedes leerlo aquí.
Da pena y preocupación ver cómo hay ciudadanos que niegan los avances de la ciencia y cómo hay gobiernos sin sensibilidad que no invierten lo necesario en I+D+i. Y da mucha alegría observar estos casos, en donde personas generosas, sensibles y valientes, como Elena García Armada y todo su equipo, dedican su trabajo a conseguir logros vitales importantes.
Tienes aquí un interesantísimo artículo sobre este tema de Marisa Alonso Núñez, publicado en MasticadoresFEM.
Otra lección de sabiduría la que da Manuel Vicent en su columna de El País de los domingos. Se titula En la mar, y puedes leerla aquí.
Este artículo se publicó en El País hace casi un año, pero me parece que sigue teniendo vigencia hoy. Trata sobre la nefasta influencia de los teléfonos en nuestras vidas. Yo no los soporto, pero aquí hay argumentos científicos que en parte creo que avalan mi posición.
Puedes leerlo aquí.
18 de julio.
18 de julio de 1936.
18 de julio de 2021.
18 de julio de cada año del futuro.
Noto en unos cada vez más memoria,
pero tantas veces maltratada, pisoteada.
En otros, veo un desvío de la mirada
hacia la incomprensión,
hacia la necesidad de haber ganado,
hacia la exclusión del diferente,
hacia la imposibilidad del entendimiento
y de la paz.
También hacia el odio.
Pero están quienes entienden
que la savia de la vida es el amor,
que el tejido del mundo es la concordia,
que todos tenemos todos los derechos,
que el odio tiene que acabar,
que el odio mata,
que el odio hace enfermar a quien odia
y sufrir a quien es odiado,
que el odio deshumaniza a todos,
que da igual odiar por las ideas
que odiar por el dinero.
Ojalá vengan días, años, vida
sin odio.
Ojalá vengan porque hayamos dejado de odiar.
El mejor libro es el que te gusta. Lo difícil es encontrarlo. La recomendación que hace para el verano el suplemento Babelia, de El País, puede ayudarnos.
Léela, si quieres, aquí.
La vejez es el estancamiento.
La vejez es defender que la realidad no es la realidad, sino mi realidad, que es la única que existe y la única que vale.
La vejez es ser cada vez más inútil, pero no darse cuenta de que se es.
La vejez es fortalecer la voluntad -los deseos- y debilitar la razón -los argumentos.
La vejez consiste en creer que solo vale lo que uno piensa.
La vejez es renunciar a aprender como la manera más idónea de vivir.
La vejez consiste en considerar a los demás como tontos, como incapaces de pensar.
La vejez consiste en hacer las cosas como el viejo las ha hecho durante toda la vida, cerrándole la puerta a cualquier novedad, no porque sea mala, sino porque es nueva.
La vejez no es un asunto de años, sino de mentalidad, de apertura de mente, de sentirse aún en el camino y de convencerse de que no se ha llegado a ninguna meta.
Pueden ser viejos los jóvenes, los adultos y los mayores.
Se pueden tener muchos años, pero no ser viejo, sino anciano.
Los ancianos son sabios, prudentes, respetuosos y siguen queriendo aprender.
Se puede ser viejo en cualquier profesión, por muy alto que sea el estatus de quien la practica.
Todos deberíamos aprender a situarnos en un segundo plano en cuanto empezara a aparecer en nuestras vidas algún síntoma de vejez.
Los viejos pueden hacer mucho daño.
La situación en Cuba es grave. Conviene informarse sobre lo que está pasando allí. El artículo del escritor y guionista cubano Alejandro Hernández da información interesante en su artículo Fiesta y velorio en La Habana, publicado en InfoLibre.
Puedes leerlo aquí.
Siglo XXI. Actúan como animales que hay que humanizar.
Lo que dicen los científicos sobre el caso Samuel.
Puedes leerlo aquí.
No me parece que sea muy difícil de entender. El habla la van creando los ciudadanos. La Real Academia va recogiendo de vez en cuando en su Diccionario lo que el pueblo va creando, para que cualquiera pueda entender el significado de las palabras que lee u oye. Así han nacido palabras tan feas, en mi opinión, pero tan reales como curro (por trabajo), tronco o tronca (por amigo, amiga o colega), madero (por policía) o botijo (por botellín de cerveza). El lenguaje es algo vivo, en el que a cada momento van naciendo nuevas palabras. Unas duran más y otras, menos. Unas adquieren un uso multitudinario y otras van quedando en los armarios del recuerdo, pero no todas las palabras de una lengua son solo las que vienen en el Diccionario.
Algo de esto ocurre en el acto de denominar en femenino el nombre de un oficio cuando lo ejerce una mujer. El castellano no tiene ningún problema en hacerlo, siempre que se pueda gramatical y morfológicamente. Estamos muy acostumbrados -y lo vemos con toda normalidad- a decir maestro y maestra, profesor y profesora, carnicero y carnicera, ministro y ministra, médico y médica y tantos otros ejemplos que podríamos poner. No entiendo por qué hay personas que se han rasgado sus vestiduras, dejando al aire sus sentimientos, cuando el presidente del Gobierno, Pedro Sánchez, en su reciente visita a los países bálticos, se refirió a los militares que estaban allí como soldados y soldadas. Si en los ejércitos no es todavía común llamarlas así, no veo por qué no es adecuado empezar a hacer visibles a estas mujeres y denominarlas con un nombre que revele su sexo y su trabajo, al igual que se hacía cuando solo lo formaban hombres. Solo a una actitud inmovilista y desconocedora de lo que es la vida de una lengua le parecería mal.
Cristina de Pizán fue la primera mujer que se dedicó a escribir de una manera que hoy diríamos profesional. El blog MasticadoresFEM me ha publicado un artículo en donde expongo su vida, de mujer independiente del siglo XV, y su obra más importante, La Ciudad de las Damas, que hoy se puede encontrar en las librerías.
Puedes leerlo aquí.
Érase un país en el que los ciudadanos querían leer, deseaban aprender, procuraban que sus informaciones fueran fiables y tenían mucho cuidado en no decir tonterías, porque era un deshonor que les pudieran tomar por tontos.
Ese país cambió.
Algunos ciudadanos dejaron de leer, ya no le daban demasiada importancia al aprender, admitían cualquier información que congeniara con sus sentimientos y aceptaban de muy buen grado cualquier tontería que dijeran quienes los tomaban por tontos sin que ellos se dieran cuenta.
Algo raro pasó en ese país.
El ruido es en la actualidad el gran valor añadido para muchas personas. Te venden cañas con ruidos, te montas en un coche con ruidos, hay niños que van por la calle con ruidos, aunque molesten, qué más da, la sociedad genera muchos ruidos, se protesta con ruidos, se habla con ruidos. El ruido es el gran espectáculo sonoro vacío, profundamente vacío. El silencio es el gran valor para unos pocos y algo insoportable para la mayoría. El ruido se puede comprar. El silencio, es difícil de encontrar.
Universal: Algo es universal cuando se puede decir de todos los miembros de una especie, sin excepción de ninguno. Hay muy pocas características universales y la mayoría son muy evidentes.
Absoluto: Es lo que no está sujeto a ninguna condición ni depende de ningún otro elemento, por lo que existe por sí mismo. No hay nada absoluto, todo es relativo.
Definitivo: Que es firme e inamovible. No sé qué puede ser definitivo, salvo cuatro trivialidades.
Total: que lo tiene todo dentro de su especie. ¿Se te ocurre qué puede ser total?
Eterno: Que no ha nacido ni morirá. Desde luego, el amor no es eterno.
Inmortal: Que no morirá. El amor, tampoco lo es; ni tú ni yo. No tengo noticia de nada que sea inmortal.
Homogéneo: Dicho de una sustancia, en la que su composición y su estructura son uniformes. Dicho de un grupo, que está formado por elementos que son iguales. Por más que miro, todo lo veo heterogéneo.
Infinito: Que no tiene límites. Lo contrario de infinito, lo que sí tiene límites, se dice que es finito. No he percibido jamás nada infinito.
Cada vez que oigo a alguien usar en serio estas palabras o emplear estos conceptos, aunque no utilice estos mismos términos, me pongo en guardia y dudo de todo lo que dice. Y cuando alguien acepta tales palabras o tales conceptos, también.
Irene Vallejo lo analiza en la columna El callejón de los cuentos, publicada en El País el 4 de julio.
Puedes leerla aquí.
Manuel Vicent defiende en esta columna, publicada en El País el 4 de julio, que el gol es nuestro destino en lo universal, la única forma de que las dos Españas se abracen.
Puedes leerlo aquí.
No sé si te habrás formado ya una idea propia y lo más argumentada posible sobre la Ley de Autodeterminación de sexo, que se está tramitando actualmente en el Congreso de Diputados.
Es muy interesante la opinión de la profesora de la UAB Juana Gallego. La puedes leer aquí.