Leo, a través de
Nuria Varela, el
anuncio que la Academia de la Publicidad ha hecho para conmemorar el
300 aniversario de la Academia de la Lengua Española. El tufo
sexista y machista del anuncio es tan grande que muchos no lo van a
notar, acostumbrados como están a tener estos vicios en casa y a
fijarse más bien en pequeñeces y en fruslerías muy vistosas, pero
de poca monta. De nuevo la mujer aparece como la que no sabe hablar,
la que deposita la autoridad en el padre delante del hijo, la que se
dedica a las tareas de limpieza y la que necesita salirse de su
incultura y ponerse a un nivel adecuado. Parece que lo que ocurría
en otros tiempos vuelve a ocurrir también en estos y que la
porquería mental sale a la luz en cuanto puede.
Algo huele mal en todo esto. Hay una
lamentable costumbre muy extendida de confundir al sabio con el
viejo, como si la sabiduría fuera cosa de la edad, de la
experiencia, y no de una actitud mental abierta, crítica, ilustrada,
atenta a la justicia y creadora de libertad y de igualdad. Las
instituciones se han llenado de viejos -no de ancianos, que ser
anciano es otra cosa-, de estorbos para la cultura, de
tradicionalistas malformados, de mantenedores del orden de toda la
vida, de frenos para el avance de la humanidad, de misóginos sin
remedio y de generadores de daños sociales en la materia que les
toque. Las discriminaciones, especialmente la que afecta a las
mujeres, se han hecho normales, habituales, entre este tipo de
personajes y es muy raro ver a alguno de ellos defender la igualdad y
salirse del inhumano cauce del machismo. Con estos personajes no
vamos a ninguna parte. O abrimos las ventanas -y las puertas- o la
peste va a ser pronto insoportable.