La violencia de género es
aquélla que un hombre ejerce contra una mujer, pero basándose en la
supuesta superioridad de los hombres sobre las mujeres.
Se llama 'de género' porque hay
hombres -los machistas- que creen que en la sociedad hay dos tipos de
papeles, de funciones que ejercer. Un tipo es el que corresponde a
los hombres: el mando, la decisión, la fuerza, la libertad, las
labores que consideran importantes, etc. Todas ellas corresponden al
género masculino, el que deben practicar en la sociedad los
hombres. El otro, el género femenino, es el que se le
atribuye a las mujeres. Sus funciones propias, siempre según los
machistas, son la obediencia, la dulzura, la compresión, las labores
del hogar, el sacrificio, etc.
El machista piensa que el género
masculino es superior al femenino porque, en realidad, el hombre es
superior a la mujer y debe ejercer en la sociedad las funciones que
cree importantes. Cuando la mujer no encaja en este esquema machista,
no cumple las expectativas que se esperan de ella, no sirve al
hombre, se rebela o se sale de las funciones de su género, el
machista suele reaccionar violentamente obligándole a volver a su
papel o, en el peor de los casos, haciéndola desaparecer.
Aparte de la necesaria denuncia de
todos estos casos y de lo injustificable de estos comportamientos
selváticos, quiero insistir en un aspecto que me parece muy
importante para prevenir casos futuros: el de la educación.
Desde pequeños hay que inculcarle a
los niños y a las niñas el principio de igualdad: todos
somos diferentes (cada cual tiene su sexo, sus gustos, su color
de ojos y de piel, su estatura y su silueta), pero todos somos
iguales, todos tenemos los mismos derechos y todos debemos ser
respetados y tratados como personas.
Piensa, por ejemplo, en los colores con
los que se visten a los niños y a las niñas, en los juguetes que se
le regalan a unos y a otros, en las tareas que se le dan en casa, en
las diferencias de trato que reciben. Todas estas cosas colaboran a
crear los géneros, a que ellos crean que por ser hombres
deben/pueden hacer unas cosas y que, en cambio, las otras, por ser
mujeres, no pueden/deben hacer otras.
Educar en la igualdad es difícil, pero
absolutamente necesario si queremos huir de la epidemia de machismo
que invade la sociedad. Y esto empieza, como toda la educación, en
casa, sigue en la escuela (¡ay, dolor!, no sé cómo, con este Wert
y la banda de bárbaros que le rodea) y continúa a lo largo de toda
la vida.
De manera que 'No a la violencia de
género', pero desde el primer día.