lunes, 27 de enero de 2020

Buenas noches. Agresivos



Esta mañana he recibido una llamada telefónica de la Compañía de Gas Natural Preventiva. Tras preguntar por mí, una señorita me ha leído un texto informándome de que mañana -así, de un día para otro- se pasaría por casa un técnico, del que me iba a dar su nombre y no sé qué más, para efectuar la revisión obligatoria de la caldera y del resto de aparatos que tuviera. Me aclaraba, además, que no tenía que pagar nada en el momento, sino que el importe me lo pasarían por el banco. La he interrumpido diciéndole que eso me lo iba a hacer la empresa oficial otro día, según me informaron por escrito hace meses, y que yo no tenía ese servicio contratado con su compañía. Muy contrariada me dijo que ya recibiría una carta y que tuviera un buen día.

Esta señorita era una pobre víctima del sistema, que hace que haya personas que tengan que dedicarse a estas deplorables labores para subsistir. Lo que me parece impresentable -y debería ser ampliamente censurado, si los ciudadanos supieran algo más del mundo en el que viven- son las maniobras de este capitalismo salvaje y agresivo que padecemos. Vas por la calle y tienes que sortear al tipo que te informa de dónde te puedes tomar una copa, o dónde puedes comer, o dónde puedes vender oro o dónde puedes hacer una donación. Vas en el autobús y no puedes ver el paisaje porque han colocado una propaganda en la ventanilla vendiendo cursos o viviendas. Estás en casa y por teléfono te ofrecen a horas intempestivas cambios de compañías telefónicas o, como en este caso, servicios que tú no has pedido, haciéndote ver erróneamente que son obligatorios, cuando lo que te hacen es una revisión previa por la que te cobran un ojo de la cara.

Una vez tuve que aguantar en la puerta de casa a un jovencito, vestido con chaqueta y corbata, que le sentaban como a mí me sentaría un traje de bailarín de ballet clásico, que decía que la empresa de electricidad me tenía que devolver un dinero que me había cobrado de más, y que le enseñase un recibo porque tenía que comprobar unos datos. Era otro timo. Necesitaban saber un número que aparece en los recibos, con el que pueden cambiarte de compañía sin que tú lo sepas. Como estaba enterado de la maniobra, le dije que el recibo no se lo enseñaba y que le regalaba a él el dinero que la empresa me quería devolver. Me puso, por encima de la corbata, una cara de enfado grande y rojo y le cerré la puerta. Han intentado más veces la misma jugada, pero ya ni les abro la puerta de la calle.

Este capitalismo voraz y codicioso se está volviendo agresivo, molesto y demasiado inmoral. A ver si llega pronto -que no llegará- el momento en que los ciudadanos tomen algo de conciencia y estos tipos sin escrúpulos cambian de rumbo.

Buenas noches.

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