jueves, 23 de enero de 2020

Buenos días. Míos



Mis hijos son míos, porque son muy pequeños y no tienen derechos. Solo tienen que a obedecer lo que yo les diga. Ya tendrán tiempo de tener derechos y de hacer lo que les parezca. De momento son míos y van a hacer lo que yo les diga, no lo que les diga ningún profesor. Y lo que les diga el médico, ya veremos. Depende de lo que sea.

Mi mujer es mía, como ya lo era cuando éramos novios. Mi mujer me tiene que obedecer también, porque en mi casa mando yo, que soy el cabeza de familia. Yo sostengo económicamente la familia y por tanto tiene que corresponderme adecuadamente. Ella debe llevar la casa, atender a los niños y no negarse cuando yo le pido algo en la cama o donde sea. Y nada de tener amistades propias ni dinero propio. Hay mujeres que no sé qué se han creído, si no saben ni pensar ni defenderse. Nunca podrá estar una mujer al nivel de un hombre, ni mucho menos, si es su marido. Que obedezcan al que es más fuerte y al que manda.

Ese puto negro y ese puto chino no son míos, pero como si lo fueran. ¿A qué han venido? ¿Por qué tengo yo que pagarles el médico y todas las ayudas que les dan? ¿Qué tengo yo que ver con ellos? Este es mi país, mi patria, y en mi patria no tiene por qué entrar nadie que no venga a aportar algo. Si lo que quieren es vivir del cuento o quitarnos los trabajos de aquí, que se queden en su casa. Que se vayan y que no dejen entrar a ninguno más. Son seres inferiores con los que hay que tener mucho cuidado, porque son unos delincuentes peligrosos y en cualquier momento te pueden atacar.

Y que no me vengan con monsergas nuevas, teorías raras ni ocurrencias de rojos disfrazados de corderos. Las cosas son muy sencillas y no se necesitan discursos complicados para entenderlas. Las feministas deberían callarse, ponerse a cocinar y buscar un hombre como Dios manda que les arregle la vida. Y que no me vengan con lo del género ni con la igualdad ni con el cambio climático, porque eso son inventos de los estúpidos de la izquierda para comerle la cabeza a los débiles.”

No pude escuchar más, porque aquel ser estaba demasiado embrutecido. Dejé a medias la cerveza y me fui pensando que hay gente, más cercana a la pobreza que a otra cosa, que solo es capaz de reproducir el comportamiento degradado de los empresarios salvajes que maltratan a sus empleados de todas las maneras que pueden o de los ricos infectados de codicia. Esto hay que arreglarlo.

Buenos días. 








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