Amo la paz, deseo la paz, pero no
estamos en paz. Vivimos en una guerra fría que se calienta a la
menor oportunidad. La paz nunca es un regalo, sino una meta que hay
que conseguir con trabajo, con buena voluntad y con hechos concretos.
Vi ayer buena parte de la sesión de
constitución de las Cortes Generales y terminé desasosegado. Ni vi
paz ni observé en muchos diputados deseos de paz, sino todo lo
contrario. Creo que un gobernante tiene que proponerse como meta la
paz. La libertad, la igualdad y la justicia son medios para conseguir
el fin, que es la paz. Ayer presencié actitudes guerreras, actos
maleducados, miradas de odio, gestos infantiles, provocaciones
interesadas, sobreactuaciones absurdas y unos deseos de paz en media
cámara que chocaban lamentablemente con todo lo anterior. El gran
aliado de la paz es la racionalidad, y cuando esta está ausente y
afloran los odios y los intereses particulares, lo que aparece es la
crispación, la guerra.
No soy optimista. Me parece que hoy
unos entienden la paz como que ellos y sus similares tengan el
bolsillo lleno, y cada vez más. Otros, en cambio, entienden la paz
como que todos tengan algo en el bolsillo y puedan vivir, al menos,
dignamente. No veo reconciliación posible, salvo que con nuestra
ayuda, estos últimos reciban un impulso importante y puedan crear un
mundo más pacífico.
Buenas noches.